Es bien sabido que el favoritismo es uno de los males más intrincados y arraigados en la sociedad. Casualmente vemos como personas que de la noche a la mañana saltan a los reflectores sin haberse esforzado tanto. Este mal no es ajeno a la publicidad, de hecho, es uno de los principales detractores de la creatividad. Existen equipos creativos que están conformados por gente realmente talentosa y otros, bueno, simplemente están. Resulta que la forma de navegar por el río profesional se basa en lograr el beneplácito de los superiores, o como dicen por ahí “hacerles la barba”, “lamerles las botas”, “caer bien”, etc., la verdad es que esta triste historia es real. Festivales, pitches, cuentas y proyectos son peleados por los mejores equipos dentro de la agencia, pero resulta que ni el más creativo ni el más motivado obtiene lo que quiere, ¿quién se lo queda? Claro, el favorito del jefe. Mal, mal, mal, este cáncer se esparce por todos lados, en todos los niveles, demostrando una vez más que el talento no siempre es tan importante como lo es el conviviosismo. No todo es drama, existe también la otra cara de la moneda. Esa contraparte en la que los equipos menos favorecidos, encuentran las ganas de seguir adelante y doblegar esfuerzos. Al principio pareciera que todo eso no rinde frutos, pero con paciencia y esfuerzo, se llega a donde se quiere, lo importante es no quitar el dedo del renglón. Imagen cortesía de Shutterstock
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