La satisfacción es una sensación neurológica que puede conceptuarse como un estado en el que el cerebro asume la plenitud de las necesidades o deseos; por lo que la respuesta natural de un ser satisfecho es la reducción total del apetito, en otras palabras, la cesación de uso o consumo. Después de haber visto una maratón de series todo un fin de semana, con algunas pausas mínimas, la persona seguro se sentirá satisfecha y no volverá a buscar las series hasta que no se haya vuelto nuevamente una necesidad o deseo; lo mismo ocurriría si tenemos mucha hambre y luego de un vaso de agua, una pausa breve y un banquete con postre incluido, se nos quita; así es como debería ser, sin embargo, en la actualidad notamos que hay poblaciones insatisfechas, cuyas “hambres” no pueden o no han sido saciadas aún. Personas que, luego de terminar con un videojuego aún no están satisfechas; vuelven a empezar para lograr algunos objetivos faltantes, para hacer algunas cosas que recordaron no habían hecho; lo mismo ocurre con otras que terminan de ver una temporada de su serie favorita y sufren de ansiedad por tener que esperar un año completo para verla de nuevo, entonces, la pregunta es ¿por qué ocurre esto? Porque hay apetitos estimulados más allá de las posibilidades que tiene el cerebro de controlarlos; son apetitos que no se alojan necesariamente a merced de nuestro cerebro, son, arbitrariamente dispuestos para hacernos siempre sentir inquietos e intranquilos, ansiosos, constituyen una jugada que, sí la persona lo permite, puede derivar en dependencia, una adicción, que se sale entonces de control total para el limitado cerebro del vicioso. Siempre se ha culpado al marketing y a la publicidad de los efectos de algunos productos adictivos, pero ¿qué iba a imaginarse HBO, cuando decidió producir la serie de obras de George R.R Martin, que se convertiría en la adicción de un grupo importante de personas alrededor del mundo? Quizás a las tabacaleras se las pueda juzgar con mayor crédito que a una inocua cadena de televisión que tan solo produce programas de televisión de muy buena calidad con argumentos muy atractivos; las estrategias de marketing, por muy efectivas y poderosas que sean, no alcanzan a dominar la mente de las personas. La mejor agencia del mundo, el mejor equipo creativo, la mejor estrategia de marketing, jamás podría controlar la mente de millones y hacerlos esclavos de ningún producto; la gente ama las oreos porque son riquísimas y se identifica con alguna campaña eventual porque está en sintonía de su marca favorita de galletas, pero la gente que compra compulsivamente y que ha vuelto una acción ingenua en un hábito nocivo, no es precisamente víctima de la publicidad o el marketing. Las adicciones se hacen cada vez más frecuentes en el mundo, sí, es una preocupación, las poblaciones se sienten muy insatisfechas y eso da paso a comportamientos excesivos que se tornan problemáticos y pueden conducir a situaciones caóticas en muchos casos; quizás haya visto alguna vez en una de estas cadenas de televisión dedicadas a la salud y bienestar esos programas que cuentan las anécdotas de gente con obesidad mórbida o con transtornos graves; son una realidad global, al menos en los países donde es posible llegar a esos extremos, que en el hemisferio no son pocos. Lo cierto es que seamos o no culpables de las adicciones de la gente, de esas insastifacciones que casi todos podemos intuir tienen que ver con esquemas sociales no pensados para ser inclusivos, orgánicos, optimizables, la publicidad debe buscar formas para hacerse responsable; las marcas deben asumir como propia esa lucha, no queremos gente enferma, sino gente satisfecha y si el primer paso está en curarlos, entonces démoslo cuánto antes. Imagen cortesía de iStock
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