«Te quiero más que ayer y menos que mañana». Esta mítica frase relacionada con el amor es un ejemplo de intensidad, convicción y perseverancia. Recibirla de la persona amada despierta en nosotros un torrente de emociones y una sensación de aceptación, aprecio y seguridad que no tiene precio. Y nos gusta casi tanto decirla como escucharla. ¿Y qué hay del «Me quiero más que ayer y menos que mañana». Es cambiar el pronombre de inicio y todo se vuelve diferente, nada que ver con la primera frase. Cuando el objetivo de amar es uno mismo todo se difumina y dispersa cuando, en realidad, debería ser al revés porque sabemos que sin «me» no hay «te». Pero no vamos a hablar de amarse sino de capacitarse. Porque el aprendizaje continuo es, hoy día, premisa de confianza tanto si eres profesional como si eres empleado. Muchos tópicos han caído azotados por la cruda realidad de una crisis que parece disfrutar meciendo las consentidas ramas del tejido empresarial. El de la comodidad en el puesto de trabajo es uno de ellos. Pero ¿por qué necesito formarme? A vista de pájaro y con las gafas del sentido común, no sería necesario detallarlo pero visto más de cerca y sin quitarse las gafas hay mucho por pulir. El ser humano es incoherente en muchas cosas. ¿Cómo se explica que ansiemos lo de los demás incluso con avaricia y seamos incapaces de hacer nada por conseguirlo? ¿Cómo es posible que ante un mayor conocimiento seamos críticos y sarcásticos en lugar de atentos y empáticos? ¿Qué nos hace ser inconsistentes ante el hecho de mejorar día a día? La curiosidad es un acto reflejo, natural e innato en los niños, fuente de prospección y proyección, de aprendizaje y crecimiento, que como rancios e inconscientes adultos nos creemos en el derecho de condicionar e incluso seccionar. Ese drama existencial es una de las razones por las que muchos adultos, al haber perdido esa curiosidad natural, son incapaces de progresar o han convertido esa curiosidad en miedo, mutando a esplendorosos especímenes hieráticos adheridos a un suelo rocoso que les impide moverse y reaccionar. ¿Pero qué debe incitarnos a ser curiosos y aprender?: TODO CAMBIA, YO CAMBIO Enquistarse en los conocimientos que se tienen y no ser curioso es como comprarse un deportivo italiano y no tener recursos económicos para ponerle gasolina. Los primeros días todo el mundo me admirará por lo que tengo. Al llegar los primeros «no» a la pregunta de ponerlo en marcha o dar una vuelta, se empezarán a generar dudas sobre mí y lo que tengo. Y cuando todos sepan que mi deportivo no se mueve porque no puedo ponerle gasolina, el cochazo perderá cualquier interés para el resto del mundo y yo seré un individuo que adquirió algo que no le sirve, con el consiguiente desgaste del coche y su dueño. ¿Cómo es posible que si todo cambia haya profesionales que no entiendan la necesidad de cambiar con el todo? Si salimos un fin de semana todos en coche y no llevo el mío porque no tengo para poner gasolina, entiendo y sufro el agravio comparativo. ¿Por qué entonces no entendemos que dejar de formarnos nos dejará en el parking mientras nuestros amigos – y los no tan amigos – avanzan?. Ser mejor que ayer y esperar serlo hoy menos que mañana debe ser el objetivo de cualquier persona con independencia de situaciones. EL SABER NO OCUPA LUGAR Más claro, agua. ¿Estáis guardando espacio en vuestra cabeza para algo especial que no os permite llenarla con más conocimiento? No dudo que muchos piensan así porque parece que el espacio en sus cabezas es limitado, aunque viendo como hablan y reaccionan, no dudo que así sea. El conocimiento es acumulativo pero también secuencial. La idea es que trabajamos con lo que sabemos de las cosas por acumulación de experiencia pero por lógica, la evolución de las cosas hace que haya un conocimiento que quede relegado, que ya no sea tan necesario y sea sustituido por el conocimiento nuevo, aunque el antiguo en hemeroteca siempre sirva. A medida que pasa el tiempo y sobre el cambio antes citado, vamos aprendiendo lo que la innovación nos trae. Innovación es una palabra que aterra a muchos porque les suena a diseñar naves espaciales, una apreciación ridícula fruto de la ignorancia y la desidia. El conocimiento que tengas de tu producto/servicio es tu mayor virtud y valor como profesional. Además la tecnología nos ayuda a diario a ser más profesionales, a tener un apoyo constante y funcional en el conocimiento que tenemos, lo que nos convierte en prescriptores de calidad. APRENDES O DESPRENDES Aprender es la esencia de emprender. Iniciar algo con visos de crecimiento nos condiciona a ser sobrios y perseverantes, a tener la mente puesta en lo nuevo y para ello debemos estar al día. Es dramático escuchar – yo llevo 25 años escuchándolo – a profesionales de empresa quejarse con ira sobre la idea de la empresa de formarles porque lo ven una pérdida de tiempo. Y cada vez reacciono igual: la indignación me atenaza y la vergüenza ajena me supera. Se me ocurren adjetivos y hasta algún exabrupto que tengo que guardarme para mí pero que ponen mi sangre a cocción. ¿Qué perfil profesional tienes si te quejas de que tu empresa te forme? ¿Qué le dice a la empresa sobre tu profesionalidad tu actitud sobre formarte? ¿Cómo habla de ti como persona tu reacción? Les da igual, al extremo no sabe que reniegan de ello. Triste y rancia, la idea de muchos profesionales de que formarse es perder el tiempo, sigue acampada en las llanuras de muchas empresas. Y todo lo que se desprende de estos profesionales debería ser analizado por la empresa en pos de conseguir plantillas más productivas y ajustadas a los objetivos del negocio. Rehuir de la formación en empresa no tiene argumento ni justificación alguna pero la forma en la que muchos la gestionan una vez aceptada sin remisión, genera a posteriori desprendimientos que erosionan lentamente las laderas de la montaña, lo que hace que escalar sea cada vez más complicado. Edward Benjamin Britten, compositor británico del siglo XX dijo «aprender es como remar contra corriente: en cuanto se deja, se retrocede». No tener inquietud por aprender nos convertirá en seres estáticos que verán pasar la vida por delante sin participar de ella. Retomemos la curiosidad que en su momento le quitamos a los niños.
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