En todo el mundo la publicidad es un reflejo de la sociedad en la que está inmersa y Colombia no es la excepción. El conflicto armado que ha vivido por más de 50 años con las guerrillas de las FARC ha dado lugar a múltiples campañas publicitarias. Campañas de desmovilización como “Ríos de luz”, “Operación Navidad” o “Antes de ser guerrillero, eres mi hijo” son algunos de los esfuerzos publicitarios creados por Lowe/SSP3, que le dieron la vuelta al mundo. Young & Rubicam hizo lo propio con la campaña institucional “Los héroes en Colombia sí existen” y más recientemente McCann Erickson creó la campaña del “Balígrafo” con la cual este año, se hicieron un lugar entre la publicidad más admirada del mundo. La idea se basa en una bala resignificada como un bolígrafo, con una inscripción lateral que pone: “Las balas escribieron nuestro pasado. La educación, nuestro futuro”. Esta idea tuvo una campaña mediática tan grande, que incluso los actuales acuerdos de la Habana se han llegado a firmar con el famoso balígrafo. Sin embargo, una idea muy parecida tuvo lugar hace 3 años en el municipio de Dosquebradas (Risaralda), se trata del “Lapicero por la Paz” acompañado del copy: “Es tiempo de escribir una nueva historia”. La idea fue creada por un artesano del SENA que tuvo eco en la Asociación Comunitaria para el Desarrollo (ASOCODE). A pesar de que la iniciativa contó con el apoyo de organizaciones sociales y ambientales, no logró superar el umbral de masificación que por supuesto lograría una multinacional como McCann. Mientras el lapicero por la paz estaba siendo usado en un concurso infantil que promovía la paz en Risaralda, el balígrafo era enviado en un correo directo a los principales líderes de opinión del país. Mientras el lapicero firmaba acuerdos por el respeto del medio ambiente en el Chocó, el balígrafo era noticia en la prensa nacional e internacional. Mientras el lapicero por la paz era el protagonista en el día de la Afrocolombianidad en el municipio de Anserma Nuevo, el balígrafo comenzaba a ganar los más altos galardones en el Wave Festival, el Effie, el FIAP, el Sol y por supuesto el más grande de todos, el del Festival de Cannes. Dos procesos mentales diferentes que terminaron coincidiendo en el mismo recurso creativo. Sin embargo, ambos despliegues sirvieron a propósitos diferentes, aún teniendo el mismo fin. El trabajo de McCann no se limitó solo a la idea como tal, sino que estructuró una estrategia de divulgación impecable, realizó una producción de audio y video muy limpia y su trabajo de relaciones públicas le permitió alcanzar una visibilidad mundial del problema. Por su parte Asocode se encargó de poner en práctica todo lo que se podía llevar a cabo con el lapicero, acompañando simbólicamente todo evento girara en torno a la construcción del nuevo país en el occidente colombiano. El momento por el que estamos pasando es histórico pero hay algo más en lo que los publicistas tenemos que sentarnos a pensar, y es que la paz no consiste simplemente en firmar un documento, es un compromiso de todos los colombianos por hacer parte de ese anhelo, sea con un lapicero o con otro, sea tratando mejor al amigo o al desconocido, porque no hay campaña más grande que la que emprendemos todos los días al salir a trabajar por una nueva Colombia. Así que es hora de que prestemos oídos a las iniciativas ciudadanas de los lugares más remotos de nuestra geografía, porque ahí no solo puede estar el próximo Cannes, sino el próximo gestor real de conversión social.
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