El mundo de la publicidad está lleno de efervescencia creativa; lugares, cosas, referencias, clichés, épocas, universos… un sinfín de elementos que hacen adictivo, divertido y sorprendente el oficio. Al momento de crear, nos refugiamos en experiencias y elementos que son de cultura popular. Presentamos ideas matadoras y llenas de creatividad que se lanzan a conquistar cualquier mercado; real o festivalero. Existe un truco, un pequeño detalle que muy pocos conocen: las piezas siempre van dedicadas. Sí. Por grande o pequeño que sea, todos hemos hecho algún homenaje; familia, amigos, novia, ex, jefe o inclusive la vecina. Es en esos detalles pequeños e imperceptibles, dejamos nuestra esencia y agradecimiento. Como buenos publicistas, nuestra vena artística se ha truncado, entonces dedicamos piezas, campañas, taglines, cabezas, jingles, escenarios e historias; intentando recrear lo que alguna vez vivimos con alguien; ese momento, ese lugar, esa frase, esa persona que significó algo. Inmortalizamos nuestras historias a través de la publicidad, porque al final, después de todas las putizas, desvelos, frustraciones y hasta enfermedades, nos haces creer que es posible rendir homenaje a quien homenaje merece, gracias publicidad. Y tú, ¿a quién quieres dedicarle una? Imagen cortesía de iStock
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