Hablando de creatividad, es muy probable que la mayoría de las personas abogue en pro del Internet, pues dirá que nos expone a una cantidad inmensamente diversa de información, mucha de la cual sin su ayuda, sería inalcanzable. Nunca antes habíamos tenido la oportunidad de conocer tantas cosas sin una escuela o un experto que eligiera, y de cierta forma limitara, aquello que debíamos aprender. Hoy en día, el conocimiento es abierto y prácticamente podemos aprender lo que sea si nos damos el tiempo para buscarlo y estudiarlo. También argumentarían el beneficio de la disponibilidad. A diferencia de una biblioteca, un cine, un teatro, una conferencia o una clase, en Internet uno puede buscar lo que sea cuando sea. En la madrugada durante un episodio de insomnio, en el taxi antes de llegar a la junta con el cliente para corroborar datos, en el camión de regreso a casa para dispersarnos y aprovechar el “tiempo muerto”. Hoy la información va a donde nosotros vayamos. Y estarían en lo correcto, Internet es el mejor amigo del hombre, si de estar en contacto con el mundo exterior (información) se trata. Pero también se ha convertido en una de las trampas más peligrosas si de estar en contacto consigo mismo (introspección) se trata. Éste pudiera parecerse a un debate ya muy sonado sobre cómo la gente maldice a los celulares inteligentes, pues gracias a ellos la convivencia con una persona que vive pegada a su celular tiene que compartirse con Facebook, Twitter, Gmail, Instagram, Snapchat, Periscope y súmele cualquier otra red social que salga entre hoy y mañana. Hagamos una cruda aclaración, aunque se lleven todas las ofensas y maldiciones “otra vez tú y tu maldito celular”, “a pero no fueran tus benditas redes sociales, porque entonces si bien atento, ¿Verdad?”, el elemento en sí, es decir el celular o las redes sociales, no son las villanas del cuento, sino nuestros malos hábitos para usarlas. Una vez aclarado el primer punto, aclaramos el segundo: nuestra discusión no será en torno a la ética y el respeto que nos merecen las personas que tengamos enfrente, sino en torno a la ciencia, nuestros hábitos y el tiempo que pasamos con nosotros mismos. Acá unos datos duros para entender más claramente a qué nos referimos: Nuestra retina recibe 10 mil millones de unidades de información visual, de las cuales sólo 6 millones atraviesan el nervio óptico, de las cuales sólo 100 mil llegarán a la corteza visual, de las cuales sólo 100 llegarán a la mente consciente. Esto significa que nuestra mente consciente únicamente es capaz de procesar el 0.000001% de la información que llega nuestros ojos. Si permanentemente estamos recibiendo millones y millones de datos, es decir, estamos sobresaturados de información, ¿Cuándo tenemos tiempo de procesarla? Ahí está la clave. La creatividad es la unión de información de manera diferente a la acostumbrada. Esto sucede cuando nosotros le damos a nuestra mente el tiempo y espacio para jugar con esos “pedazos” de información, casi como si fuera un rompecabezas, para ensamblarse armoniosamente. El problema es que nuestra adicción a Internet nos ha llevado a utilizar cada espacio de tiempo libre en nuestras redes sociales: Leyendo algún artículo de Buzzfeed o Upscl camino al trabajo, haciendo scroll en Facebook cuando nos aburrimos en el trabajo, editando fotos en Instagram durante nuestro horario de comida, leyendo Twitter en el camión de regreso a casa, y por su puesto, repetir nuestra visita a cada una de estas redes sociales unas 20 veces más antes de dormir. No dejamos de saturar nuestra mente con información hasta el último de los segundos que pasa despierta. A esto hay que sumarle que vivimos en una sociedad donde estamos igualmente saturados de actividades: levantarse temprano, desayunar, hacer hora y media en el tránsito para llegar más o menos a tiempo al trabajo, trabajar a tambor batiente 8 horas, más las horas extras que la pila de pendientes exija, correr al gimnasio porque hay que tratar de rescatar la salud física, cenar con los amigos, porque la vida social también es indispensable para la recreación (y la cordura), y finalmente tratar de dormir lo más temprano posible para repetir toda la rutina al día siguiente. Y si es que llegamos a encontrarnos con un resquicio de tiempo libre, sentimos que tenemos que utilizarlo “para no malgastarlo”, porque la vida es corta y al parecer cada vez va más rápido, ¡conviva, lea, coloree, haga algo!. Deténgase dos segundos, baje la velocidad, respire hondo y antes de seguir leyendo quiero que se haga la siguiente pregunta y cierre los ojos por un momento mientras repasa su rutina diaria y piensa en su respuesta: ¿Cuánto tiempo al día dedica a pensar, a “no hacer nada”? Las neurociencias han descubierto que dejar de trabajar, no significa que nuestro cerebro se apague, por el contrario, al dejar de enfocar nuestra atención de manera consciente en una tarea, nuevas áreas de nuestro cerebro se encienden y comienzan a trabajar en otras tareas, como lo es la creatividad. Tenga esto bien presente: NUESTRO CEREBRO NUNCA DEJA DE TRABAJAR. Cuando realizamos actividades que no requieren de una atención enfocada y consciente, es decir, cuando nuestra mente tiene la oportunidad de quitarse la corbata para salir a divagar a donde le plazca, es justamente cuando, de manera inconsciente, comienza a jugar con las piezas del rompecabezas para generar esas maravillosas y originales ideas. ¿Ha escuchado que los momentos eureka con frecuencia le suceden a las personas cuando están caminando por ahí, en la regadera o a punto de dormir? ¡Por supuesto, miles de veces! ¿Cierto? Esto no es casualidad, todas esas son situaciones en las cuales nuestra atención no está enfocada ejecutando alguna tarea o recibiendo cientos de información, sino revisando y clasificando toda la información recibida durante el día, además de jugar con aquel problema que tanto estuvimos tratando de resolver en la oficina, o en otras palabras, tratando de hacer encajar las piezas del rompecabezas. Sin embargo, al desarrollar este mal hábito de estar adheridos a nuestros celulares, recibiendo información de manera permanentemente, nuestros momentos de “no hacer nada”, “de pensar”, “de conectar ideas originales” se reducen prácticamente a… CERO. Así que, uno de los consejos más sencillos en cuestiones de creatividad es, baje el celular, desactive el sonido y vibración de sus notificaciones, salga a caminar o recuéstese en su cama y permítase estar con usted mismo, escuchar sus pensamiento, o simplemente dejarlos viajar y jugar, disfrute de no hacer nada, que su mente estará haciendo mucho. AUTOR Claudia Solis De sonrisa desmedida y mente eternamente inquieta. Jazz y café como religión. Fiel creyente de que la naturaleza del hombre es crear. Coach de innovación en @innovaciónenre y RP de @cm_mexicocity. Sígueme en Twitter @art_shesaid
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