Confundirse es muy humano, depende de la percepción que tengamos de las cosas y del conocimiento arraigado de las mismas ya que tenerlo o no tenerlo es la salida de la confusión. Seguro que recordaréis a más de uno os ha «caído mal» sólo con verle y de quien ahora habláis maravillas. El anterior es un ejemplo que confundirse va también con la experiencia, con haber evaluado lo que nos confunde adquiriendo así conciencia de su verdadera naturaleza. Y la transcendencia de confundirse va siempre ligada a la importancia del qué, de ahí que su peso específico dependa del entorno en que nos movemos. La empresa es una fuente inagotable de confusión debido al volumen de acciones vinculantes que llevamos a cabo, por ello es irrenunciable dotarnos de clarividencia ante el aluvión de dinámicas presentes. Pero en ocasiones confundimos el concepto lo que induce a mala expresión y peor transmisión. Se podría escribir un libro sobre patinazos por querer usar términos almacenados en duda o por querer hablar de algo que no se tiene claro. Sin ir más lejos ejemplos como «mis comerciales llevan el control de todo con un cheslai» (haciendo referencia a un check list) o «hazme caso, cuanto más trabajes más rendimiento obtendrás». Cuando aportamos nuestro conocimiento al ecosistema profesional no lo hacemos para quedar bien sino para ser productivos y rendir. Hablar para aparentar saber es uno de los procesos más improductivos que existen cuyo único resultado seguro es manifestar ignorancia. Ya decía Groucho Marx que «es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente». Si hablamos de productividad, en teoría, deberíamos esquivar todo lo que sea perder el tiempo y aparentar es, sin duda, perder el tiempo. El problema no es desconocer sino evitar conocer. Por ello, cuando no estemos seguros de algo conceptual o cognitivo en la empresa no desesperemos; frenemos, pensemos, seamos listos y disipemos las dudas. Hay duplas de concepto que siempre arrastran un poco de confusión pero como parecen irrelevantes, las usamos visceralmente y como suenan bien, ahí quedan. Nada más lejos de la realidad. En formación se dice que una de las formas de no ponerse nervioso es pensar que los asistentes saben menos que tú del tema que vas a transmitir. Para mí no el punto de vista correcto, soy firme creyente que si aspiramos a la excelencia y a ser productivos, siempre debo hablar pensando que alguien allí sabe más que yo. Veamos alguna de esas duplas, seguro que os suenan: EFICIENCIA vs EFICACIA ¿Os parece un clásico? Sin duda lo es, muchos profesionales siguen balanceándose entre ellos, siendo inoperativos y acertando por casualidad, como hace el reloj roto dos veces al día. La eficiencia es un ratio mientras que la eficacia es un resultado. La primera relaciona recursos con logros mientras que la segunda nos habla de conseguir un objetivo. No ejemplificaré porque suficientes ejemplos hay pero la importancia de ello viene de sus diferencia en esencia. No podemos llamar a alguien ineficiente porque no acaba una tarea, eso es ser ineficaz. Y no, no es lo mismo. Y no, no es indiferente usar uno u otro porque el día a día de los equipos y las empresas dependen de los matices diferenciales entre ambas. PROBABILIDAD vs POSIBILIDAD Muy parecido al anterior pero con una balanza descompensada al máximo hacia la parte de la posibilidad. Está claro que mucha gente no recuerda haber estudiado estadística pero no hablamos de ser estadistas, yo no recuerdo haber aprendido a hablar y hablo. Hablo de la coherencia de motivarnos hoy día en la empresa ya que todo es estadística, aunque sea básica. La probabilidad se refiere al porcentaje de que algo ocurra o no mientras que la posibilidad es la verdad de su ocurrencia. No puedes decirle a tu equipo que la posibilidad, según recursos actuales, de entregar el proyecto en tiempo y forma es del 85% porque esa es la probabilidad. La posibilidad simplemente es sí porque el proyecto lo entregaréis en un momento u otro. Que caiga un meteorito ahora mismo es posible pero escasamente probable. Huir de la muerte no es posible pero quizás a futuro sea probable. PLANIFICAR vs PROGRAMAR La planificación va de parte de la estrategia centrándose en los tiempos dedicados a tareas mientras que la programación es asignar a esas tareas los momentos de acción. ¿Verdad que un plan no es lo mismo que un programa? Pues ahí radica la diferencia. Hay gente que sólo planifica o sólo programa, o hace ambas y las llaman lo mismo. Pero a la hora de acometer una acción con un vector que sólo puede ir hacia delante, es vital diferenciar lo que es estrategia y lo que es asignación de tiempos. Y no hablemos ya si aparece el concepto organizar para acabar de liarla y convertir una historia de dos en un lío de tres. Le gestión de nuestras acciones sobre el tiempo que tenemos y que es inamovible pasa por identificar y diferenciar conceptos, de ello depende la rentabilidad de nuestras acciones ya que si planificas con mala programación o programas sobre una mala planificación, el consumo de recursos hará que la probabilidad de éxito del proyecto se acerque mucho a la posibilidad de su inexistencia. Si programas sin planificar bien, intentar organizarte será una vía muerta. COMPETIDOR vs COMPETENCIA Debo reconocer que ésta es la que más me gusta, no sólo porque es una de las más comunes de las confusiones sino porque la competencia es la reina con diferencia cuando queremos hablar de los competidores. Una empresa de mi sector es mi competidor, no mi competencia. Competidor porque ambos competimos por un objetivo en un mismo sector y la prevalencia de uno u otro dependerá de la competencia de cada uno. Yo como profesional soy competente en mis materias y tengo competidores a mi alrededor y cuanto más competente sea, mayor probabilidad (que no posibilidad) de éxito tendré. Cuando escucho a empresarios despotricar contra su competencia (cuando quieren hablar de sus competidores) percibo que no entenderán la competición hasta que sean conscientes que es su propia competencia la que falla. Sorcha Carey, profesora de arte clásico inglés dijo: «no hay que confundir nunca el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida; la sabiduría nos ayuda a vivir» Una dupla más que cuando entendemos, nos muestra un escenario de vida diferente y al que seguir.
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