La organización es un conjunto de seres humanos que tienen entre sí objetivos comunes y tareas y roles bien definidos para entonces cumplirlos y con esto lograr metas superiores. Esta definición de la organización nos da una idea general sobre el tema: toda organización exitosa está constituida sobre un fuerte capital humano; su conformación puede obedecer a distintas metodologías, su funcionamiento también puede variar, pero siempre, cuando se trata de una organización bien constituida, se tendrá a un conjunto de personas reunidas en torno a una misión y un destino que les son comunes. Las distintas corrientes gerenciales en la actualidad consideran al capital social de la organización como un elemento importante a considerar en la búsqueda de rentabilidad; pero el capital social (entorno de la organización) se diferencia del capital humano en tanto el primero es el beneficiario del trabajo del segundo (la producción) y viceversa; aunque el beneficio de las ventas no siempre sea considerado justo o equitativo. Sobre esto existe un particular debate en el mundo; ¿qué tan responsables deben ser las organizaciones para con sus integrantes? Alrededor del mundo, las organizaciones, sobre todo las empresariales, están siendo cada vez más minuciosas con la inversión que hacen sobre sus integrantes; por ejemplo, no solo dando beneficios obligatorios para preservar el bienestar, sino fomentando la participación, mejorando las condiciones educativas, integrando equipos para coordinar proyectos de forma más eficiente y productiva. La organización necesita siempre pensar, primero que todo, cuánto de su capital financiero invertirá en su capital humano y luego cuánto de su capital social destinará a la remuneración integral de sus integrantes, precisamente porque la ganancia absoluta, si no produce efectos positivos transversalmente, terminará por hacer colapsar la organización. Ahora bien, en mi experiencia en la adecuación de estructuras corporativas, para hacer más eficientes los procesos de algunas organizaciones, he notado que con demasiada frecuencia se intentan diversos esquemas, muchos de éstos muy eficientes al principio, para fomentar la consolidación de equipos y aumentar la producción a partir de la generación orgánica de optimizaciones, pero que con el tiempo parecen no tener la misma fortaleza. ¿Qué produce el desgaste de estos esquemas organizativos? Casí siempre me he topado con un elemento distractor en la conformación de equipos: no existe cultura de corporación, no hay estructura organizativa que funcione a menos que todos, cada uno, hasta el último, así como el primero de una línea de mando, tengan absolutamente claro que integran una organización y esto no puede, ¡se ha probado hasta el cansancio!, ser resultado de una sesión de planas o de memorización de credos corporativos, debe, sí o sí ser una filosofía que tenga su raíz en la integración efectiva. Cuando un empleado, esté en el nivel que esté, sabe con certeza que está integrado a una organización, pues sus ideas serán oídas, su desempeño será evaluado, su red le será útil, su equipo logrará los fines presupuestos, sus beneficios serán coherentes con el esfuerzo invertido, su experiencia se verá notablemente enriquecida por la cantidad de cosas que aprende todos los días, que suponen un desafío positivo para su profesión, este empleado será mucho más productivo y sin dudarlo, afirmará su pertenencia a la organización; pero ni un solo engranaje de la gran maquinaria debe desprenderse; pues es entonces cuando comienzan las fallas. Las organizaciones que son conscientes de los grandes retos que supone la inversión en su capital humano tienden a convertir esta inversión en un elemento de marketing; pues evidentemente, la estructura interna de la entidad física de una empresa necesita conocer primero que todos los demás las cualidades de la entidad ideológica; necesitan comprender primero que los demás la causa de la marca; no se puede pertenecer a una organización sin tener clara idea de lo que esa organización representa en el plano de los conceptos. Entonces, a través de estrategias de marketing dirigidas al público interno, se construye una identidad primaria, basada en la integración de todos los que conforman la organización y así es como se genera, desde adentro, un espíritu humano en la marca; no habla solo una campaña elocuente, hablan quienes están más allá de la marca, aquellos que son la marca, habla, sin cortapisas: la organización y su capital humano. Imagen cortesía de iStock
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