Vivimos en un complejo malabarismo simbólico, saturado y sobreestimulado de información. Lo inesperado e inusual llama la atención, nos despierta y saca del letargo. Lo impensado hace pensar. Y no solo cuando la idea es sorprendente. Las cosas normales, sacadas de su contexto también provocan interés. Esta es una de las claves más ricas del pensamiento creativo: conectar diferentes universos; unir conceptos a priori desvinculados. No siempre se trata de encontrar lo que nadie encontró. No se trata de inventar lo insólito. Flota en el imaginario colectivo que una persona creativa tiene muchas ideas. El individuo creativo se reconoce como tal cuando comienza a hacer algo con las ideas que se le ocurren. La creatividad en el siglo XXI se construye por medio de la interacción – comunión y comunicación – entre nuestras ideas y las ideas de los demás. Muchas veces, se trata de descubrir el potencial de ciertas ideas que otros han descartado y animarse a llevarlas a cabo. Las experiencias no solo desarrollan nuestras habilidades, incluso afectan a nuestras respuestas emotivas a cosas y eventos. Para lograr ideas inusuales hay que hacer un esfuerzo inusual. Esto por gratificante que sea, requiere un trabajo deliberado. La creatividad es transversal y tenemos que volcarla en nuestra vida diaria – expresa el creativo publicitario Edgardo Zunini –. Lo que ocurre es que el error que se comete es enfocar la creatividad en el medio, por encima del formato». Anima tu creatividad. Sal del encierro y comparte tus inquietudes e ideas, ¿cómo?, sigue al conejo blanco. — Coopera — Cocrea — Colabora — Comunica — Comparte — Comprende que somos parte de una red social líquida con miles de millones de neuronas conectadas, trabajando coordinadamente, para inventar un mundo nuevo, donde se transita desde lo individual a los grupal, del egosistema al ecosistema. Sumando o multiplicando, pero nunca restando o dividiendo. Imagen cortesía de iStock
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