Quizás la creatividad sea uno de los valores más sobreestimados en el último medio siglo; no me refiero a la creatividad como cualidad, sino como concepto; todos quieren ser, de cualquier modo, creativos, por consiguiente, mucha gente se autodenomina como creativa y lo hace sobre la base del paradigma social que define a un creativo como un ser neurótico, de hábitos excéntricos, un tanto hedonista e inadaptado; pero ¿son éstas las características de todas las personas creativas? ¿Existe un estereotipo que pueda encasillar a un creativo? ¿No es la creatividad en sí misma una cualidad que evita el encasillamiento y la estereotipación del individuo? ¿Cómo resolver las paradojas conceptuales que la sociedad ha hecho germinar en el valor de la creatividad? Para empezar sería conveniente rehacer el concepto y colocarlo donde va; la creatividad no es una cualidad/característica personal simple, es un valor, así que no se tiene creatividad, se es creativo; al ser un valor su presencia radica en el ámbito de lo racional, ahí es desde donde opera en la personalidad, constituye principios que permitan sostenerle; así como la justicia se sostiene con principios como el ser equitativo, proporcionado, equilibrado, así la creatividad se sostiene con principios como el ser práctico, funcional, útil, disciplinado y sobre todo, esteta. Los principios son guías conductuales, a diferencia de los valores que son conceptos racionales, los principios permiten darle coherencia al pensamiento, a las ideas, en el plano de las acciones concretas; un creativo que no sea práctico, es decir, que no esté abierto a la experimentación, que no sea capaz de encauzar sus inquietudes a través del movimiento racional o la acción objetiva, tiene una falencia capital, lo mismo aplica si un creativo no es capaz de generar soluciones, es decir, si no es funcional, o si no es hábil para desarrollar creaciones gananciosas o quizás si necesita demasiado tiempo o es muy volátil y no se toma el tiempo necesario para crear, la creatividad requiere de paciencia y de método, por lo tanto, un creativo que no es disciplinado no lo es tanto; pero sobre todo y lo que no le puede faltar a ningún creativo es la estética; debe ser amante de la belleza, debe tener un ojo entrenado para ver las proporciones, para percibir y reproducir la armonía de las cosas. Visto de este modo, los creativos serían más de los que pensamos, pero no todos quedarían encasillados en el estereotipo y con esto se comprueba que no es la apariencia personal o las costumbres arraigadas en un gremio, ni siquiera los hábitos que dan mala fama o la idea general del término lo que hace a una persona creativa, es la solidez estructural de sus acciones, a partir de su pensamiento, de su perspectiva de la vida la que puede definir a un creativo, darle consistencia conceptual, discursiva y práctica. Entonces ¿dónde quedan esos “creativos” de dibujos animados? En el álbum de los estereotipos de la cultura pop; que le puede infligir más daño a la publicidad de la que cualquier otro ha podido causarle antes, pues no solo atenta contra ella desde afuera, sino que la puede permear, como en algunos casos notables ha hecho, la puede corromper, como algunos habremos ya advertido y la puede destruir si los auténticos creativos no toman las acciones pertinentes. La publicidad es un océano vasto y difícil de navegar; aún sus límites no han sido fijados terminantemente, a los barcos que han emprendido la ardua travesía de conquistarlo y medirlo, no le deberían interesar tripulantes sin las nociones básicas para hacer el viaje; necesitan creativos, pero verdaderos, no vendedores de humo, que recorran las mismas aguas en círculos sin adentrarse a lo desconocido; e igualmente necesitan tripulantes ingeniosos y productivos, pero sobre estos podríamos conversar en otra ocasión. Imagen cortesía de iStock
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