En una parrilla televisiva repleta de espacios presuntamente de cocina, concursos, reality y demás programas, con un buen número de gente perdiendo el norte y dedicando más tiempo a pintar platos con emulsiones de salsas, espolvorear comida con nitrógeno, y otras atrocidades de las que Amnistía Internacional debiera hacerse eco, es Karlos Arguiñano, el más longevo en pantalla el que precisamente tiene más que ver con la cocina, que con el espectáculo muchas veces bochornoso que vemos protagonizar a muchos cocineros con ínfulas de artista (frustrado) por televisión.
Llevamos viéndolo en la cocina desde 1991 y no nos cansamos de él. Con el uniforme clásico de su oficio, (gorro incluído), pero con mucha más gracia que otros que visten chaquetillas de cocina chillonas,o se peinan como Mister T, ha sabido calar en el imaginario colectivo como ningún otro cocinero de España, prodigándose no sólo en televisión y en los libros de cocina que , también hemos podido verlo en películas como Airbag, Año Mariano, y El rey de la granja.
Sin hacer alarde de ello, y siempre entre canturreos y chistes, Karlos Arguiñano ha conseguido lo que otros no pueden, acercar a las masas a la cocina haciendo ver que puede ser una actividad sencilla, creativa y divertida, además de recomendable dedicar cierto tiempo a la cocina, pues no sólo de congelados vive el ser humano.
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