En una sociedad cada vez más afanada, donde no hay tiempo ni para respirar y en la que enormes filas de tazas de café rondan las mesas para poder ir a la par del medio, se está levantando una problemática que está afectando el desarrollo creativo dentro de las agencias. El proceso creativo ha sido desfalcado por la velocidad de la nueva era. En un principio se poseía una cultura donde, antes de llegar a un precioso arte final, se necesitaba pasar por una ronda de investigación y “bocetación”, ésta última se usa especialmente para evitar que las ideas se escapen. No se buscaba que los bocetos que se plasmaran fueran perfectos, sino que permitieran percibir la idea central. Al final, y luego de un arduo trabajo, se obtenían 30, 40, 50 ideas que ayudaban a desarrollar una depuración efectiva, juntar elementos, obtener un resultado satisfactorio y, sobre todo, se aprendía a no confiar ciegamente en la primera idea, porque siempre se podía hacer mucho mejor. Y ¿cómo es el proceso creativo de muchos jóvenes recién graduados? En resumen, se basa en leer el “brief” y sentarse frente al computador a esperar que la inspiración llegue. Seamos más amables, supongamos que antes de sentarse frente a la pantalla hicieron una investigación relativamente exhaustiva, el resultado sigue siendo el mismo, un afán porque la pieza salga a la primera, una imposibilidad de al menos plasmar esas ideas fugaces porque se considera que no valen la pena o que, simplemente, son pérdida de tiempo. Crean “artes finales”, los envían y estos son destruidos por los clientes o, en el mejor de los casos, son devueltos con una infinidad de cambios que, tal vez, pudieron haber sido previstos ¿Cuántos grandes proyectos se habrán perdido por crear de esa manera? En cierta medida no podría decirse que toda la culpa es de ellos. El nuevo entorno en el que conviven, donde la inmediatez es casi un slogan los ha consumido. Es verdad, en las agencias los trabajos se necesitan “para ayer”, pero por eso gran parte de lo que se debe aprender en la universidad es a tener un equilibrio entre la alta producción, la calidad y el tiempo. Un proceso creativo debe generar gran cantidad de posibles conceptos, en el menor tiempo posible y sin convertirse en una línea de producción en masa que crea en cantidades industriales a costa, en muchos casos, de la calidad de los productos. En las universidades y agencias será necesario reforzar las habilidades de producción de conceptos porque, a este paso, nos llenaremos de un montón de zombis que se quedarán mirando fijamente una pantalla en blanco esperando la aparición de una musa. Imagen cortesía de iStock
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