La inocencia que se vive en redes sociales deja claro que no estamos listos para tanta información. “Vamos peor que chivo en cristalería”, ante cualquier cosa que se nos ponga enfrente se libera el crítico especializado que vive en nosotros, sin importar el tema que se posicione como trending topic. Hoy no nos podemos quejar de las “cortinas de humo”, cuando somos los que atizamos el “anafre digital”. No defenderé a Julión Álvarez (porque no soy nadie para hacerlo) pero si apelaré a la razón, porque hoy pareciera que es más importante hacerle ruido a las declaraciones de un cantante de música regional mexicana que atender la situación de política del interior de este país. ¿Por qué se habla más de este tipo de situaciones que de lo ocurrido en Coatzacoalcos? ¿Acaso no es necesario que hablemos de los ahí acaecidos? Planteo otro caso reciente: Casualmente hace poco apareció en línea la nota en video de lo que pareciera ser una detención digna de cualquier escena de serie de Netflix y tan épica como la captura de Florence Cases. Me refiero a la “Lady $100 pesos”. El video viralizado casualmente cuenta con un audio perfecto, encuadres dignos de la televisión abierta, escenas altamente sugerentes y claro un “gag”, es decir la broma bien puesta que da gracia. Al final de esta miniserie, la protagonista resultó ser bloggera, un personaje de la era digital. Ahora, ha conseguido acercarse a diversas marcas, ha logrado la presencia en diversos medios nacionales e internacionales. Qué pasó con ella, lo mismo que hacía el efecto televisión el siglo pasado: encumbrarla de una temporal, efímera mientras alguien más desarrolle algo llamativo. Nos quejábamos de los medios masivos, principalmente de la televisión, de su poder enajenante, pero antes como ahora cada quien consume lo que le gusta, y por qué no decirlo, lo que entiende.
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