Estamos en la era digital. La era de la comunicación inmediata; los mensajes cortos, los emoticones, las apps para coger ligar en un segundo, los mini videos, los gifs, los memes horneados más rápido que comida espacial y una larga lista de etcéteras que lo único que despiertan en mí, es la pregunta: ¿Hasta cuándo dejaremos de aceptar, generar y difundir comunicación chafa, barata, simple, superflua y sin objetivo alguno?Las redes sociales se han convertido en un verdadero monstruo anónimo que atenta contra la salud mental y física de todos los seres humanos; desde personas de la farándula, políticos, vecinos y familiares. No hablemos de la instantaneidad de los mensajes que nos han vuelto adictos, dependientes y esclavos del celular. Se han perdido los límites de lo público y lo privado. Pero eso no es lo grave, recordemos que la sociedad es un ente vivo, que evoluciona y se adapta, entonces, hasta cierto punto es “normal”. La alarma prende su foco rojo cuando las marcas, en el afán de generar posicionamiento o ventas, se suben al “tren del mame” y comienzan a generar contenidos y aumentar la basura “entretenida” que nos deja como lo que somos; simples monos en espera de estímulos que nos distraigan y nos diviertan por un momento. La lista de personas que se vuelven personajes de la noche a la mañana; “celebrities” o “influencers” es infinita, pero lo más alarmante aún, es la forma de viralizar y generar espectadores, fans, followers. Las cosas que las marcas y las personas hacen o están dispuestas a hacer con tal de ganar adeptos, me recuerda mucho a la época de la inquisición, donde a través del dolor, la tortura y el miedo se lograba unificar el pensamiento. La diferencia en nuestros días, radica en la forma de abordar al público, y es que se apela a lo más simple: el entretenimiento. Nadie sabe que fue primero, el huevo o la gallina, y de la misma forma tampoco se sabrá con exactitud quién depende de quién; marca o consumidor. Estamos en una era rara, extraña y sumamente cambiante. La velocidad con la que se está moviendo la tecnología y la comunicación está dando como resultado una revolución en la que la línea de lo público y privado se desvanece, victima y verdugo son uno mismo. En esta carrera por tener el poder de eso que se germina y nadie sabe con exactitud qué es, todo es válido, siempre y cuando exista notoriedad, siempre y cuando se logre entretener, se viralice, comparte, likee y sobre todo, genere más basura para poder ser vendido. Al final, estamos en un ciclo, en una esfera en contante movimiento que lo único que le importa es no olvidar el ya conocido precepto romano “Panem et circenses”. Imagen cortesía de iStock
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