Un hombre se inventó hace bastante tiempo un artefacto capaz de crear gigantescos mundos, mezclando un par de elementos simples logró que cualquier persona que lo utilizara tuviera el poder para crear las más grandes historias en lo que duraba una inspirada, este objeto no era nada más y nada menos que un creador y recolector de ideas; tenía forma de tubo y estaba hecho para todas las edades, niveles socioeconómicos, religiones, pasiones y formas de pensar, lo mejor, es que no era muy costoso, cualquiera podía tener uno y podía utilizarlo las veces que quisiera. El artefacto era muy cómodo de transportar, tanto así que lo podías llevar a todas partes y te salvaba de apuros cuando lo necesitabas, claro que tenía un tiempo estimado de duración, como todo, pero no era difícil conseguir otro y generalmente duraba un buen tiempo hasta que se averiaba o se acababa. Este artefacto aún es muy popular y lo usamos casi a diario, de hecho para los creativos es como una extensión de su cuerpo, a este tan preciado objeto se le llamaba “Esferográfica o Birome” pero actualmente lo conocemos como “Esfero”. Alguien me dijo alguna vez que un escritor que no tenga un esfero siempre a su alcance no es un verdadero escritor, pero con la tecnología ya no es necesario, en tu celular puedes escribir notas, grabarlas, incluso dictarle lo que quieras a tu teléfono. Mi invitación es a que volvamos a utilizar la mejor idea del mundo, que volvamos a la tinta, que volvamos a sentir que la inspiración hace que la mano se mueva y escriba sola, que sea una letra apurada, que tachemos, subrayemos, encerremos en círculos, dibujemos, hagamos garabatos. Volvamos a plasmar las ideas como lo hicieron los grandes inventores. Imagen cortesía de iStock
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