Primero quiero aclarar que esta nota no es con afán de enjuiciar a nadie, ni creativos ni clientes; la idea principal es quitarnos ese nudo mental que ambas partes solemos tener al momento de encarar nuestro presupuesto con las ideas increíbles o ridículas que puedan llegar a nuestra cabeza. Dilema que he podido escuchar más de una o 10 veces y que ahora quisiera profundizar un poco en ello. Seguramente si eres alguna de estas dos variables A) Cliente B) Creativo ya habrás tenido que lidiar con un rotundo «no se puede» situación que en cualquiera de los dos casos no es nada agradable. Por ejemplo ser la variable B no es fácil (es lo que todas las B´s del mundo creen). El proceso que se tiene que realizar para llegar a la aclamada «Big Idea» es algo que puede partirnos la cabeza en dos, le damos vueltas y vueltas a todo eso que nuestro cliente quiere lograr: Analizamos, comparamos, investigamos, intentamos ser estratégicos, conceptualizamos, inventamos, divagamos, nos distraemos, volvemos a lo que estábamos, hacemos notas, las rompemos, las volvemos a hacer y al final… ¡Lo conseguimos! La propuesta que 2 horas o 3 días antes creímos que nunca iba a llegar está ahora sobre nuestra mesa (eso es muy poético) dejémoslo en que ahora está ocupando el valioso espacio de nuestro disco duro en la computadora. Es así como lustramos nuestros zapatos/tenis y caminamos con paso firme a entregar esa tan anhelada propuesta. La cual, en nuestra mente ya está aprobada y hasta suenan fanfarrias de felicitación por parte de nuestra variable A. Pero la cosa se pone complicada cuando resulta que nada es como estaba en nuestra mente, que siempre sí nos salimos mucho de la caja y se nos pasó un poco la mano, o simplemente que lo que se estaba buscando no era lo que encontramos. Y aparentemente todo el trabajo se fue a la basura, lo que no vemos en ese momento es que tenemos dos opciones para que nuestra creatividad no muera: 1.- Dejar de creer que hay una idea absoluta y que por supuesto, es la nuestra. 2.- Adaptarse y crear soluciones, esa ese es exactamente el reto de ser creativo, encontrar soluciones no aparentes. Y no es porque nuestra variable A tenga toda la razón, tomémoslo como otra oportunidad. Nuestra experiencia nos dejará guiar a esa A que cree que nada se puede hacer. Sí, puede sonar como un curso de optimismo en donde todos los creativos comemos flores pero la verdad es que no, es y seguirá siendo complicado crear estrategias creativas que incrementen las ventas, pero caerte sobre tus ideas es algo que te lleva a Cannes o a donde sea que quieres llegar. Ahora bien, nuestra variable A ya tiene muchas cosas de que preocuparse ¿cierto? La mayor parte del tiempo se escuchan solo números en esa junta que presume tendrá la idea que lanzará nuestro negocio al ranking de ventas. Así que si este es tu roll en el mundo de la publicidad, que tampoco es algo fácil, hay dos opciones, o quizá más pero aquí te comparto dos: 1.-Confíar a ciegas en lo que tu agencia te recomienda (No recomendado) 2.- Duda de todo, pregunta todo, cuestiona las ideas, escucha, también se vale proponer, pide ayuda, da a conocer tus inquietudes, no impongas y sobre todo, aunque cueste mucho trabajo deja la parte de números para su momento, recordemos que el primer paso te lleva al segundo y así sucesivamente. En fin, después de esta pequeña reflexión, mi opinión concluye que ni los clientes matan toda la creatividad, ni los creativos lo son tanto cuando chocan con las limitantes del cliente. Elizabeth Carrera Creativo Senior en DS Marketing. Egresada de la licenciatura en Publicidad del Instituto de Mercadotecnia y Publicidad. Con experiencia en desarrollo estratégico y ejecución de campañas digitales. Twitter @DSMKT.
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