Dicen por ahí que los grandes acontecimientos han empezado con una simple y sencilla idea. Así es, el mundo de las ideas ha escrito la historia del hombre; desde descubrimientos hasta invenciones, todo, todo ha empezado con una idea. Las ideas como bien sabemos, son ese bien tan preciado que no tiene un valor determinado hasta que se plasma y da resultados. Por esa razón, buscar ideas o seleccionar una que sea verdadera y legítima, no es tarea fácil. Hay ideas locas, descabelladas, eufóricas, inesperadas, innovadoras, revolucionarias, tradicionales, tímidas, envolventes, retadoras y una infinidad más. El gran problema con ellas, es la poca fe que se les tiene, o muy por el contrario, el exceso de confianza que puede llevarnos a un verdadero e irremediable caos. Ninguna idea es completamente buena hasta que es ejecutada y da resultados. Eso, resultados. Porque no importa si sirvió para otras cosas, si solucionó otros problemas o impulso nuevas ideas. No, si no dio el resultado esperado, es basura. Basura de la que ya nadie quiere hablar o pensar. En publicidad apostamos el todo por el todo al creer ciegamente (y no tanto, gracias cliente), en ideas. Ideas que cambian al mundo y ese bla bla bla con el que todo creativo obtendrá un premio sueña. Quizá es por eso, por su falta de materia o de resultados inmediatos, que cualquier persona se atreve a creer que por una idea no se trabaja y mucho menos se paga. Seguramente has tenido o tienes un amigo, familiar, vecino o cualquier ente que entienda medianamente lo que haces y no ha perdido la oportunidad de solicitarte un “consejo” para solucionar tal o cual situación. Hay algunos que cínicamente te han pedido la solución a sus problemas comunicacionales. ¿Qué nadie entiende que esto es un negocio? ¿No ven que de esto vivimos? Pues parece que no. Les resulta cómodo y sencillo creer que como eres muy creativo y tienes ideas todo el tiempo, (ideas que no tiene materia -porque para materializarlas tendrías que invertir esfuerzo, tiempo y dinero- que sí son visibles y tangibles) puedes pensar gratuitamente en resolverles sus conflictos, total “¡son unas ideas nada más!, quizá ni se hagan, no te cuesta nada pensar en algo”, “ya sabes, lo primero que se te ocurra”, “no hace falta pensar tanto”. Error. Blasfemia. Siempre he creído que no existen ideas buenas o malas, simplemente no es el momento, el lugar o la situación y deben esperar. Entonces, si partimos del hecho de esa creencia errónea de afirmar o suponer que las ideas no cuestan hasta que son realizadas, ¿qué carajos hacemos en publicidad?, ¿pensar de a gratis? ¡No! La publicidad es un negocio que se basa principalmente en las ideas (y no daré una explicación, es obvio), entonces, ¿por qué permitimos que se siga teniendo esa concepción de ellas? La gente que nos rodea (incluidos los clientes mismos) deben aprender y aceptar que imaginar, pensar, idear y crear son palabras que sí tienen precio, más allá del costo de su materialización. Las ideas cambian mundos, realidades, universos… entonces, ¿por qué las tratamos como simples irrealidades ocurrentes que pueden o no funcionar? ¿Como algo que no tiene tanto valor más que el que se les da cuando dan resultados? ¡Más respeto por las ideas! Imagen cortesía de iStock
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