El mundo de la publicidad es voluble, cambiante. Dependemos de las decisiones de clientes, gremios, lobbys, gobiernos y de la situación económica; de toda una serie de factores externos que impulsan otros internos y terminan modificando la estructura de la agencia. Esto ya se veía venir desde el primer año en la facultad. Muchos creativos se retiran en torno a los 40 cuando ya no son seguidores de las tendencias actuales después de haber pasado por media docena de agencias. Los de cuentas también bailan lo suyo con las agencias que les marcan el paso. Nunca me he planteado en cuántas agencias trabajaría ni en cuáles, bueno todos tenemos nuestra agencia modelo (en mi caso Ogilvy Bassat) pero desde los inicios tuve dos cosas claras:
- Hay tantas agencias de publicidad como granos de arena en una playa.
- La diferencia la hacen las personas, el equipo.
Sí, el equipo. Ya desde las prácticas como becario se puede sentir el ambiente de la agencia. El nombre, el logo, los clientes o los premios no sirven para saber cómo es el día a día de la agencia, lo que se siente trabajando ahí. Por eso casi me dio un pasmo cuando en mi anterior agencia el director de cuentas vino un día a mi mesa:
- ¿Qué es eso de que ahora tenemos clientes internacionales?
- Es una propuesta que ha llegado de…
- ¿Propuesta? -me interrumpe- Ahá diles que no nos interesa.
- ..se trata de una compañía importante global -trato de explicarle.
- No, no porque cuando te vayas de vacaciones a ver quién se va a hacer cargo de semejante cuenta, yo tengo mucho estrés como para andar hablando en inglés con tus clientes.
- Pues nada, renunciemos a una cuenta sólo porque el cliente no habla alemán. Total ¿Para qué nos hacen falta unos cientos de miles de euros? -replico irónica.
Su postura: “por Dios que no haya cambios en la agencia que estamos muy bien como estamos”. Así que el cambio lo di yo, marchándome a otra parte. Imagen cortesía de iStock
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