Siempre han existido detractores de las grandes marcas, el consumismo, y la influencia publicitaria, o como ellos lo definen: “el control corporativo del ámbito visual”. Su nombre es Brandalism, movimiento activista que adopta un juego de palabras que resume su intensa forma de intervención.La iniciativa comenzó en Londres en 2012, con un grupo pequeño de manifestantes y una van. Posteriormente se expandió por varias ciudades de Europa, hasta convertirse en lo que es. En 2015 a raíz de la Cumbre del Clima, se manifestaron en grande, cuando importantes empresas presuntamente contaminantes, acostumbradas a hacerse publicidad como defensoras del ambiente, se vieron expuestas por los activistas, por medio de la colocación de centenares de afiches en las distintas marquesinas de la ciudad de París. La mecánica consiste en hacer uso de los logos y demás elementos gráficos distintivos de las marcas, pero para hacer publicidad de protesta. A simple vista claro, quienes lo ven pensarán que se trata de algún anuncio más, pero cuando se lee con detenimiento se pueden observar ácidas referencias al Green Washing (compañías que juran tener productos amigables con el ambiente, cuando en realidad no lo son), o fuertes títulos acusativos, como el caso de Volkswagen al que le dedicaron un “Sentimos mucho haber sido atrapados”, en referencia a las emisiones contaminantes de sus vehículos. McDonald’s ha sido uno de los blancos favoritos del movimiento, piezas gráficas donde un miembro militar de una unidad anti bombas le alcanza una comida infantil al pequeño Charlie Brown bueno… dice más que mil palabras. O la valla publicitaria donde a la vista de miles pone: “Come como si te odiaras” acompañada del famoso desayuno. Y es que el argumento principal de los artistas es llenar el área con obras subversivas inspiradas en la anti-publicidad para reclamar el espacio visual de las personas. Sin embargo, al final de cuentas están usando el mismo medio, con la misma marca, haciendo también publicidad (mala, pero publicidad al fin), entonces la liberación que buscan no está en desaturar a la población de información publicitaria, sino en cambiar el enfoque. ¿Bueno o malo?, el público expuesto lo sabrá. Las formas de comunicar han cambiado, la cultura visual se impone cada vez con más fuerza, y los activistas cada vez toman las cosas más en serio, ya han evolucionado de la lata de pintura en spray a cargar con instrumentos especiales para abrir las marquesinas y colocar sus protestas perfectamente diseñadas e impresas. ¿El impacto que causan vale la inversión que realizan? , ¿realmente están logrando un cambio?, ¿o simplemente se quedan con la satisfacción de ver su obra colgando en el lugar de un anuncio de un producto que jamás van a consumir, de una marca poderosa que probablemente nunca resienta la acción del movimiento?. El amor al arte y a la causa a veces se justifica solo, aunque hay que recordar que hay batallas contra Goliats publicitarios que no se ganan con un golpe, sobre todo si son marcas acostumbradas a ellos. AUTOR Gabriela Lizano Murillo Creativa, diseñadora, publicista, costarricense. Creo en la simplicidad de la comunicación, y en las percepciones que hacen de la realidad una experiencia relativa. Amante de la vida perruna, las ilustraciones, la música, los libros viejos, y de lo que es capaz la mente visionaria de los humanos.
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