Según el diccionario de la Real Academia Española, el miedo es la “Angustia por un riesgo o daño real o imaginario.” Y sí, es totalmente normal sentirlo y dudar cada vez que tenemos que tomar una decisión difícil, pero los jóvenes no deberíamos sentirnos tan ansiosos frente a los riesgos. ¿Por qué tanto miedo? ¿Por qué el temor a fracasar? ¿Por qué nos aterra no tener la suficiente madurez? Considero que ese temor a equivocarnos, es producto de un sentimiento que nos ha transmitido la generación de nuestros padres. Nos inculcaron un discurso que dice que salir de nuestra zona de confort es un riesgo que no vale la pena tomar. Se nos repite una y otra vez que debemos buscar la “estabilidad” ante todo. Pero ¿cuál es esa estabilidad de la que nuestros padres tanto hablan? Se refieren a esa en la que debemos callar nuestras inconformidades solo para quedar bien con el empleador. Una que se traduce a estancarnos en un empleo que no nos llena porque es mal visto en una hoja de vida, durar tan poco en una empresa. Es cierto, no debemos apresurarnos rotando de trabajo solo por impulso, pero tenemos toda la razón de hacerlo, si el lugar donde te encuentras no está aportando a tu desarrollo o no corresponde al perfil que quieres construir. En el 2014, Great Place to Work Argentina realizó un estudio comparativo entre un grupo de trabajadores de generación Y (Millennials) y el resto de colaboradores. Se descubrió que los deseos de rotación para los más jóvenes eran significativamente mayor, y que estos saltos son vistos como una forma más rápida de crecimiento profesional. En la investigación, también se confirma el alto deseo de este grupo por trascender a través de sus logros y su constante búsqueda por horarios sumamente flexibles. Esto demuestra que los Millennials somos una generación más exigente sobre nuestro ambiente laboral y las oportunidades de crecimiento a las que tenemos acceso. La generación X nos juzga por ser jóvenes y no conformarnos, por querer cambiar lo que está mal y por la constante invención de otros procesos y productos. Sin embargo, no somos nosotros los que deberíamos adaptarnos a esas empresas con estructuras y filosofías de trabajo tradicionales; son ellos, quienes deben empezar a cambiar por nosotros (o al menos, tratar de entendernos). No está mal ser inquieto/a o buscar un plan de carrera en una compañía, no dejemos que nos hagan sentir mal por ansiar retos. Si estás en tus veintes: aprovecha tu juventud, la oportunidad de equivocarse y experimentar hasta encontrar lo que realmente te apasiona. Esta es la edad ideal para arriesgarse y no para sentirse frustrado/a por no poder ver un futuro en el lugar donde estás. Los cambios e inquietudes nos llevan a ser creativos y crecer. Todos sabemos que las mejores ideas no surgen desde la rutina. Imagen cortesía de iStock
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