A partir de la difusión de los análisis globales de productividad, competitividad y desarrollo, la innovación ha destacado como el tema por excelencia en los ámbitos económicos y empresariales. Supusimos que la adopción de esta nueva tendencia en la dinámica laboral funcionaría como lo han hecho diferentes modelos de gestión a lo largo del tiempo: evaluar el nuevo modelo, ajustarlo, implementarlo y recoger sus frutos. Sin embargo, la realidad nos ha demostrado que construir una cultura innovadora, dista mucho de simplemente adaptar un nuevo modelo y operarlo hasta la siguiente novedad. En Abril del 2015, la firma norteamericana de consultores McKinsey publicó el video titulado Innovación y Creatividad en el cual relata los resultados obtenidos de un estudio realizado a ejecutivos de diferentes partes del mundo: 84% de los entrevistados consideró la innovación extremadamente importante para el éxito de cualquier negocio. Sin embargo, sólo 6% de ellos se consideró satisfecho con su desempeño innovador. Lo inquietante del tema es que éste luce aún más retador en el corto y mediano plazo. El World Economic Forum arrancó el año publicando su reporte The Future of Jobs 2016, el cual incluye un pronóstico sobre las 10 habilidades que probablemente serán las más demandadas en el mundo laboral en el 2020. En esta lista, la creatividad ocupa el tercer lugar. La necesidad de cerrar la brecha entre la demanda de trabajadores creativos y el desarrollo de esta habilidad en la fuerza laboral, es inminente. Sin embargo, no basta con saber leer estas señales, hay que hacerlo a tiempo y responder en consecuencia con agilidad. De no hacerlo, el problema nos encontrará desprevenidos y el panorama, para organizaciones y trabajadores, podría no pintar muy esperanzador. Dadas las circunstancias, el objetivo debe redefinirse: No basta con aprender nuevos modelos de innovación, se requieren personas con las habilidades correctas para implementarlos exitosamente. Hay que recordar que el potencial y las bondades de una metodología no radican únicamente en el modelo, sino en las habilidades de quienes la implementan. Entonces, el primer paso para evolucionar hacia una sociedad de la innovación es estudiar y comprender lo que implica ser un innovador y desechar esta visión romántica de la inspiración divina provocada por la visita de las musas, que al parecer, por alguna extraña razón, sólo visitan a unos pocos, y eso de vez en cuando. Estudios recientes en los ámbitos psicológicos, sociales y ahora neurológicos, han llegado a una conclusión firmemente compartida: El detonador más importante y valioso de la creatividad no es, ni con mucho, el chispazo de inspiración eventual, sino un conjunto de hábitos que, realizados con método, dedicación y constancia, dan lugar a aquellas habilidades indispensables para construir un estilo de pensamiento creativo. En este sentido, debemos dejar de usar como estandarte creativo aquellos consejos comunes, que en realidad carecen de método. Por ejemplo: “Piensa fuera de la caja”, “piensa como un niño”, “di todo lo que se te ocurra, se espontáneo”, entre otros. Los procesos de cambio, personales, organizacionales y sociales, requieren de algo más que una amable sugerencia acompañada de una palmadita en la espalda. Da miedo pensar que Freud y otros grandes innovadores del pensamiento, se deben retorcer en sus tumbas cada vez que la creatividad y la innovación se promueven a través de estos consejos simplistas y sobre todo ingenuos. Afortunadamente, el lenguaje tiene el don de dar la precisión justa a las cosas. Dichos consejos de incentivo creativo son -hasta cierto punto- correctos, sin embargo, no son completamente entendibles, y aún peor, trasladables a la acción, pues carecen de la pieza fundamental: explicar el cómo y sus implicaciones. “¡Piensa fuera de la caja!” se traduciría en: “¡Despréndete de tus patrones de pensamiento, experiencias y conocimientos de referencia!”. “¡Di todo lo que se te ocurra, se espontáneo!” significaría: “¡Libérate de todas tus malas experiencias, temores, inseguridades e inhibiciones sociales!”. Y entonces el juego deja de parecer divertido… No significa que de ahora en adelante debamos manejarnos con este lenguaje complejo y hasta algo tenebroso, para toda actividad innovadora. Se trata de tener el panorama completo. Para dominar algo, primero hay que entenderlo en esencia. Esta reflexión nos ayuda a entender la dimensión e implicaciones de dichos procesos. Es por ello, que el segundo paso en la transición hacia una sociedad innovadora es traducir esta información en el diseño de nuevas prácticas que ayuden a las personas a lograr de manera progresiva y efectiva cambios significativos en su desempeño innovador. Lo anterior podría sonar desafiante, pero es importante subrayar que la intención no es convertir a la innovación en un elemento sagrado o del Olimpo volviéndola compleja, de hecho, se trata de todo lo contrario. El objetivo fundamental es subir a tantas personas como sea posible, al barco de la innovación, para que puedan mejorar sus posibilidades de éxito en este mundo laboral cambiante y cada vez más incierto. Para ello, debemos romper la burbuja elite de “los creativos” y entender, a profundidad, cómo es que desarrollaron y siguen cultivando esta habilidad, y entonces, compartir el secreto con el resto de las personas. En pocas palabras, la intención de romper el mito de lo que significa ser creativo, es convertir esta habilidad en un bien de consumo general y de beneficio colectivo. Es por eso que la adolescencia de la creatividad debe terminar ya. Para tener una posición relevante en la economía y dinámica laboral de una nación, la creatividad debe madurar y nosotros junto con ella. Evolucionar hacia una sociedad innovadora nos exige perder la inocencia y tratar el tema de manera madura y realista: Con información y estrategia, sin miedos ni elitismos. La innovación tiene el poder de abrir puertas que ni siquiera sabíamos que existían, proveer nuevas posibilidades y renovar esperanzas en las circunstancias más obscuras, allanando el camino hacia panoramas más favorables, y sobre todo, incluyentes. Sin embargo, esto no será posible si cometemos el error de relegar la innovación únicamente a los modelos de negocios, productos o servicios. Los retos del nuevo panorama laboral nos demandan, de manera impostergable, ser congruentes e innovarnos a nosotros mismos también.
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