Hubo un día en el que acabamos nuestros estudios básicos y obligatorios y nos plantamos ante la posibilidad de seguir estudiando o no, de estudiar una carrera o formación profesional, de estudiar medicina, derecho, arquitectura o cualquier otra carrera. Llegó ese día, y por alguna razón todos nosotros la elegimos a ella, la Publicidad. Ella se presentaba como una opción fresca y dinámica entre tantas reglas y libros enormes con fórmulas indescifrables. Nos seducía con su halo dorado de positividad, éxito y aventuras, un mundo en el que la negatividad o el mal ambiente no parecían tener cabida. Todos, siendo aún prácticamente unos niños, creíamos que esto de la Publicidad era hacer anuncios, mantener largas conversaciones con otros publicitarios creativos y, como no, acudir a muchas reuniones divertidas y eventos elegantes en los que el glamour se podía respirar. Ilusos de nosotros, también creímos que para esto de la Publicidad no sería necesario estudiar demasiado, si total, para nosotros era solo hacer anuncios y a eso nadie te podía enseñar. Decidimos embarcarnos en todo aquello que la Publicidad parecía ofrecernos, y no pasó mucho tiempo hasta que fuimos descubriendo que no todo era tan bonito y tan dorado como nos habíamos imaginado, pero lo que descubrimos era incluso mejor que el más bonito de nuestros sueños publicitarios. Tardamos poco en darnos cuenta de que nuestros clientes habituales no serían Adidas, Coca – Cola, McDonald’s, Dove, Apple o cualquier otra marca de prestigio. Pero al mismo tiempo descubrimos que tendríamos que poner todo nuestro empeño y conocimientos al servicio de otras marcas que necesitan nuestra ayuda para poder convertirse en marcas notorias y con éxito. Los publicitarios somos personas a las que nos gusta correr riesgos, apostar por nuestra intuición publicitaria y nunca tener miedo a innovar, por tanto, al final parece resultar más interesante un desafío como el de poner en valor una marca pequeñita y desconocida, que el de seguir exprimiendo el éxito de una gran marca como las anteriormente nombradas. Aunque, tampoco vayamos a engañarnos, todos soñamos con la posibilidad de algún día, aunque solo sea para un encargo, poder trabajar con alguna de ellas y sus desorbitados presupuestos. Tiene que ser una maravilla trabajar sin la asfixia económica tan habitual en las pequeñas y medianas empresas. Tampoco se hizo esperar la caída del mito de que los estudiantes de publicidad no estudian. Empezamos por descubrir que lo de que la Publicidad es solo hacer anuncios, era una de las mentiras más grandes que nos habíamos tragado, y seguimos por darnos cuenta de que hasta el proceso creativo es algo que se enseña y para lo que es necesario que entrenar día a día. Recuerdo uno de los primeros días de Universidad, cuando uno de nuestros profesores lanzó la siguiente pregunta a la clase: “¿Quién quiere ser creativo cuando acabe la carrera?” La oleada de manos que se alzaron entre los estudiantes fue abrumadora. El profesor, que ya llevaba años enamorado de la Publicidad, sonrió y nos aseguró que esta situación habría cambiado mucho al final de nuestra carrera, sino había cambiado antes. Han sido muchas las veces que nos han repetido esta pregunta a lo largo de la carrera. Conforme avanzaba el tiempo, aumentaban las opciones que se nos ofrecían, ya que se entendía que nosotros no creíamos solo que el ser publicitario fuese ser creativo. ¿Quién quiere ser creativo? ¿Quién quiere ser planificador estratégico? ¿Quién quiere encargarse de las cuentas? ¿Quién quiere ser community manager? ¿Quién quiere ser organizador de eventos?… Ahora, en nuestro último año de carrera, cuando nos preguntan quién quiere ser creativo los que alzamos la mano somos muy pocos, pero también muy decididos y eso para mí, es algo maravilloso. Hemos descubierto las verdaderas salidas profesionales que nos puede ofrecer nuestra amiga y amante, y ahora sabemos que son muchas y muy variadas. Cada uno nos hemos enamorado locamente de unas o de otras, y hemos decidido dedicar nuestra vida a ellas. Los que seguimos pensando que nuestro destino es la creatividad, hemos cambiado nuestra manera de ver las cosas. Como os he dicho antes, pensábamos que todo era locura, diversión y tener anuncios de grandes marcas en televisión. Ahora sabemos lo amplio que es el abanico de posibilidades en cuanto a medios y soportes se refiere, sabemos el encanto que tiene cualquier tipo de marca, y que no todas las campañas van destinadas al consumidor final, por lo que la televisión o la radio no siempre serán los canales idóneos. De hecho, puede que en muy pocas ocasiones lo sean. También hemos descubierto lo apasionante que es el proceso creativo, y que para hacer valer el resultado de éste, y por tanto de todos tus esfuerzos y horas trasnochando, hay que luchar. Pero los publicitarios, y cualquier otra persona que se dedique a la comunicación, somos luchadores natos. Si no te gusta lo que haces, no te dediques a la comunicación, no seas publicitario, periodista ni te dediques a lo audiovisual. Son mundos sufridos y exigentes, pero que algunos amamos y a los que nos encanta los desafíos que nos plantean. Ahora que me quedan escasos meses para acabar mis estudios universitarios, sé que la Publicidad no es todo aquello que imaginaba cuando decidí dedicarme a ella, sino que como os he dicho es algo incluso mejor, que me enamora y me apasiona cada día. Estudiarla ha sido tarea fácil, ya que me ha ayudado a descubrir todos sus rincones y sus historias. Sé que aún me queda mucho que aprender, al igual que a todos vosotros, porque por mucha experiencia que se tenga, la Publicidad es algo que se renueva día tras día adaptándose a lo cambios del mercado y del consumidor, y en la que, por tanto, hay que seguir indagando y aprendiendo día a día. Imagen cortesía de iStock
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