En el año 1993 yo era un adolescente de 15 años. Acababa de asistir a un Encuentro de Grupos Juveniles organizado por el colegio de monjas donde estudiaba. Durante la semana que duró el evento, conocí a varias decenas de mujeres con quienes compartí al momento de la despedida la dirección física y el número de teléfono de mi casa, esto con la finalidad de podernos comunicar. Transcurrió una semana y estaba yo frente a Doña Teresa, la encargada del turno de la tarde de la oficina postal de mi ciudad, miraba con asombro mis manos llenas de unas 20 cartas con destino a diversas ciudades del país en donde habitaban amigos, y sobre todo amigas, que había conocido en el Encuentro Juvenil. Dos semanas después, un sábado al medio día, atendía en mi casa la llamada de una de esas amigas, la más guapa de todas ellas, quien me informaba que había recibido esa misma mañana una carta firmada por mí. Yo estaba emocionado. Ella, antes de finalizar la llamada, me dijo que el lunes me enviaría una carta de contestación. Días después me llegó la carta de ella. La historia se repitió durante casi un año. Cartas iban, cartas venían. Recibos telefónicos que ocasionaron interminables reproches de mi madre quien repetía incansablemente que el teléfono era para “emergencias” y no para lo que yo lo estaba usando, para andar de novio. Ya para 1995, a mis 17’s viví mi historia de esas que llaman “el primer amor”, regalé rosas, ositos de peluche, escribí cartas, festejé aniversarios, recibí regalitos, nos dimos detalles, nos atascamos de chocolates, salimos a caminar agarraditos de la mano, escribí poemas, dediqué serenatas, caminé kilómetros de ida y vuelta para visitar a la novia, robé besos, también suspiros, duré horas hablando por teléfono: -“cuelga tú”, -“no, no seas así mi amor, cuelga tú primero”, en fin Es el año 2016 y las Redes Sociales consumen la mayor parte del “tiempo libre” de adolescentes y jóvenes, por estar “conectados” a los medios digitales, “se desconectan” de las realidades que los rodean en el mundo en el que viven. Me tomé una “selfie”, te mandé un “emoticón”, ésta es la foto “pal feis”, me aplicó “el visto”, te cuento “inbox”, mejor mándame “un wats”, nos pusimos “full sexting”, son solo algunos de los términos que escuchamos hoy en algunos jóvenes cuando están juntos, no se dicen las cosas “face to face”, cara a cara pues, no, prefieren esperarse un rato y publicarlo en el “feis”. La privacidad del romance es vulnerada por la indiscreción de las redes, “gracias por este día tan hermoso amor”, le escribió él a ella después de haber compartido un domingo juntos. Lo leí y me pregunté, ¿será que no se lo pudo decir durante todas las horas que compartieron?, o simplemente era la necesidad de que los demás leyeran que él si estuvo acompañado, ¿de verdad le quiso agradecer a ella o solo quería llamar la atención de terceros?. No sé, esas son las cosas raras “del feis”. Ni mejor, ni peor, son tiempos diferentes, muy diferentes. Eso sí, a “la Antigua se me hace mejor”. Para esta 14 de febrero extiendo la invitación para aquellos que aún no lo hayan hecho, regalen una rosa, dediquen una canción, escríbanle una carta, cuenten estrellas juntos, caminen agarrados “de manita sudada”, miren a los ojos, roben un beso, y cuando se hablen por teléfono, apliquen esa de -“cuelga tú”, -“no, no seas así mi amor, cuelga tú primero”, en fin. Imagen cortesía de iStock
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