“La única constante es el cambio” dice un proverbio taoísta. Y vaya que las cosas cambian, pero el cambio puede verse desde dos perspectivas: la de quien cambia y la de quien le cambian algo. Por ejemplo: cuando un pequeño fabricante, digamos una pequeña empresa familiar, sufre cambios en su estructura, este cambio permea en toda la organización muy rápido y para quien ese fabricante es su proveedor, está seguro que si no lo atiende la misma persona de siempre lo atenderá alguien más y no hay problema. Todo parece estar muy controlado. Pero, ¿qué pasa cuando el cambio se da en grandes y medianas empresas? Se vuelve un poco más complejo por todas las implicaciones en los procesos. Siguiendo con el mismo ejemplo, si a un fabricante/proveedor le cambian a su comprador entonces empieza a sufrir: conocer a la nueva persona, su forma de ser, de pensar, de hacer negocios, qué tan rápido llega a acuerdos, qué tanto se involucra, qué tanto ejecuta, qué tanto escucha, etc., pero sobretodo empiezan desde cero una relación que hasta cierto punto es impuesta. Un ejemplo más sobre la dualidad de las perspectivas: cuando en una empresa familiar el hijo mayor se queda a cargo del negocio y puede generar dos cosas: una gran resistencia al cambio derivada de las opiniones que los empleados tengan de él, o como una posibilidad de innovar. Una de dos: o lo ven como el junior hijo de papá que viene a dirigir una empresa de la cual no tiene idea, o lo ven como la fuente de nuevas ideas. Todo depende del color del cristal con que se mire. Y dependiendo de a qué nivel se den los cambios es la capacidad de reacción: por ejemplo, cuando a un fabricante de aceite le piden que ahora sus empaques sean de 18 en lugar de 24 porque con ese tamaño se puede acomodar de mejor manera la mercancía para su embarque y entrega puede ser que a la gente de ventas le haga sentido la petición y seguramente la llevará a su empresa para revisarlo. Pero cuando se llega hasta el nivel donde se tiene que fabricar la nueva caja empiezan los problemas. Implica todo un cambio en la fabricación del empaque, en la calibración de la máquina, la cantidad de insumos y un sinfín de cosas más. A veces lo que parece simple y sencillo no lo es, por eso es prioritario involucrar a todos los que tienen que ver con el proceso. Ahora imagínense cuando se trata de cambios del alto liderazgo en grandes compañías. Si bien es cierto que los procesos no cambiarían, lo que si cambiará es la forma en la que se hacen las cosas porque la expectativa es diferente. Hace algunas semanas leí en un periódico de circulación nacional que un alto ejecutivo del detallista más grande de México (y cuyo sponsor es una luchadora), se va a retirar. Imagínense el cambio que se viene no solo hacia el interior de esa organización, sino también cómo van a reaccionar sus proveedores y también sus competidores. En fin, ya veremos qué pasa por ahí de Marzo. Y todo cambio tiene también sus ventajas: veamos el caso de General Motors. Cuando Mary Barra llegó a la máxima posición de liderazgo en la compañía en el 2010, generó el ambiente necesario para hacerle un “refresh” a su compañía y lograr muy buenos resultados. En conclusión, “la única constante es el cambio”. Y es necesario subirse a la ola del cambio: primero porque todo evoluciona y no puede quedarse todo estático. Segundo porque es necesario adaptarse. Y lo mejor que se puede hacer ante el cambio es no tener miedo y enfrentarlo, como dice el dicho “agarrar al toro por los cuernos” y “hacer de tripas corazón” para ir hacia adelante. Pero algo que no debemos olvidar es que parte importante, si no es que fundamental, del cambio es la comunicación. Y no sólo completa sino también oportuna.
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