La creatividad se ha malinterpretado al grado de considerar a las grandes mentes de nuestra época como seres que no han hecho absolutamente nada, simplemente ser, y aunque ellos hayan sido “los creadores”, sin importar si son matemáticos, cocineros o escritores, algo tienen en común, estructura; en palabras de Twyla Tharp, la creatividad es un hábito, y la mejor creatividad es el resultado de buenos hábitos y mucho trabajo. Así que cuando uno de los considerados escritores malditos, rompiendo con las normas establecidas de la literatura, con un estilo duro, político, sexual, crítico y con un lenguaje explícito irrumpe en el mundo, tiene el perfil perfecto para que la gente piense que es un genio y que la inspiración y el escribir le fue dada por obra y gracia de todos los santos. Sin embargo Henry Miller, más allá de ser una persona que vino a romper esquemas, era dedicado, meticuloso y enfocado; escribía siguiendo un conjunto de reglas, así como un programa de trabajo intenso. Dentro de ese estricto método desarrolló once mandamientos que son una gran fuente de aprendizaje para propios y extraños:
- Trabaja en un solo proyecto a la vez, hasta que lo termines.
- No empieces más libros, ni nuevo material, a los trabajos que ya hayas finalizado.
- No te pongas nervioso. Trabaja con calma, feliz, despreocupado del proyecto que tengas entre tus manos.
- Trabaja guiándote por un programa y no por tu estado de ánimo. ¡Empieza a la hora que lo planeaste y deja de hacerlo de la misma forma!
- Cuando no puedes crear, puedes trabajar.
- Consolida un poco cada día en lugar de agregar más fertilizante.
- ¡Sigue siendo una persona! Habla con gente, ve a sitios, tómate una copa si así lo quieres.
- No te limites a ser un caballo de tiro. Trabaja por placer.
- Sáltate el programa cuando necesites hacerlo, pero vuelve al día siguiente sin falta.
- Olvídate de los libros que quieres escribir. Piensa sólo en el libro que estás escribiendo en este momento.
- Que lo primero sea la escritura. El dibujar, la música, los amigos, el cine, dedícate a todo eso sólo después de haber escrito.
Miller no solo creó estos mandamientos, sino todo un proceso y una rutina para poder mantenerse productivo, inspirado y no solo eso, conseguir de la misma forma cierta estabilidad emocional y mental. Mañana: Si no te sientes enfocado, escribe notas, asigna tareas y organiza, es parte de tu estímulo creativo. Si estas enfocado, escribe. Tarde: Trabaja en la sección en curso, sigue tu plan a detalle. Sin intrusiones, sin distracciones. Escribe enfocado en terminar una sección a la vez, un paso a la vez, por el bien del proyecto global. Noche: Ve a tus amigos. Lee en cafés. Explora espacios desconocidos; hazlo a pie, en bicicleta, en coche, pero explora. Escribe si estás con ánimos, pero solo de manera casual y sin compromiso. Pinta o dibuja si te sientes vacío o cansado. Toma notas, haz esquemas, planea, corrige. Nota final: Date el tiempo para realizar visitas ocasionales a museos o para caminar y realizar algún boceto ocasional, camina, visita cafés y las calles de tu ciudad, no te distraigas, y ve a la biblioteca una vez a la semana para encontrar y buscar referencias. Miller era una persona comprometida con su trabajo, pero sobre todo con la escritura y la creatividad, sabía que no lograría nada si no estructuraba la forma de hacer aquello que le apasionaba, lo hizo una rutina, por más incongruente que esto suene; o dicho de otra forma, si queremos pensar fuera de la caja, primero debemos tener una caja. Imagen cortesía de iStock
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