“El porvenir de un hombre no está en las estrellas, sino en la voluntad y en el dominio de sí mismo.” William Shakespeare. Cacioppo, Hatfield y Rapson definieron el concepto de contagio emocional en psicología. Básicamente, imitamos a las personas de nuestro círculo social para converger y empatizar con ellas, creando vínculos. Y así compartimos tanto buenas como malas noticias. Este fenómeno podría explicar el porqué del éxito del share en las redes sociales. Se empezó con el share que defendía causas justas y luchas sociales, después surgió el turismo colaborativo a favor de defender el medio ambiente y ahora la publicidad que trata de empatizar con los sentimientos del consumidor mostrándole una realidad más cercana y cálida, lidiando en contra de los prejuicios. ¿Casualidad? En un mundo cada vez más informado y concienciado sobre temáticas sociales (como bien demuestran los haghstags contra la violencia de género o el terrorismo) es lógico que se muestre este cambio en numerosos aspectos. La literatura no se queda atrás. Desde hace tiempo pisan fuerte las charity bookshops, librerías inspiradas en el modelo norteamericano de apreciar el arte. En Estados Unidos, gran parte de los museos no tienen un precio fijo de entrada, pagas lo que tu consideras que vale la visita. Pues el funcionamiento de una charity bookshop es semejante: Una organización sin ánimo de lucro habilita un espacio donde recoge donaciones de libros, que posteriormente vende a un precio que fija el comprador. Las ganancias se destinan, aparte del mantenimiento del local y un responsable, a ayudar familias y destina el dinero a fines sociales. En el Reino Unido existen varias, y en España la más popular es TuuuLibrería: dos tiendas en Madrid, una que han abierto recientemente, y otra que planean abrir en Barcelona. La ONG AIDA lleva varias, que invito no a descubrir, sino a empatizar con su causa y ceder libros empolvados. La solidaridad se ha ido integrando poco a poco en la sociedad, y tanto el marketing como la publicidad deberían tenerlo en cuenta en las futuras campañas que se lleven a cabo. Y sino piensen en Justino, y en el bar de Antonio. Compartir, pensar en el valor personal que aporta cada uno, personalizar esos sentimientos hacia un objeto. ¿Es posible que este cambio en la sociedad incentive un futuro cambio en el mundo publicitario, más marcado por los valores, por la empatía? ¿Puede ser solidaria la publicidad? Imagen cortesía de iStock
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