Seguro les ha sucedido. Les llega un mail con una promoción del 40% de descuento de un lugar de artículos deportivos con una determinada tarjeta de crédito. Uno se siente privilegiado, y hasta iluminado. Entonces visitas la tienda, eliges lo que te gusta y cuando exiges tu descuento te reciben con un: “¿no trajo el mail impreso para comprobar?” Otra situación común son los letreros en restaurantes de comida rápida cuando uno sale de fin de semana: ¡2 x 1 en combos! Llegas a la caja, pides, y te cobran completo… ¿qué pasó? ¿de qué me perdí? “ahhh es que es la promoción de los lunes de 2 a 4 pm, ahí dice, hasta abajo, en las letras microscópicas” Y qué tal el choteadísimo “vuelos a $50 pesos a cualquier destino” y al acceder a la página, cada click te va aumentando el precio considerablemente: ¿quieres ir sentado? 200 más. ¿Quieres llevar equipaje? 200 más ¿Quieres pagar con otra tarjeta de crédito que no es la oficial? ¡500 más! Me queda claro que estas “mentes maestras” buscan atraer gente, pero se quedan cortos de visión, ¿qué sucede con lo que sigue? ¿es que acaso no se han puesto a pensar que la gente piensa y siente? Si te sientes estafado, definitivamente no volverás a ese lugar y/o hablarás mal de ellos. Siempre buscarás una marca que te entienda y tenga empatía por ti. Entiendo que haya letras chiquitas, pero podrías aclararlo. Siempre será mejor esperar a pagar cierta cantidad y que al final te sorprendan con un descuento. Y no al revés. Me sorprende cómo no piensan que están quedándole mal a las personas más importantes: los consumidores que creyeron en ellos. Afortunadamente la competencia es mucha, y por cada marca que quiere verle la cara a sus clientes, hay siempre otra dispuesta a ofrecer beneficios tangibles, sin trucos, sin engaños, y justo ahí, puede comenzar una gran relación con sus consumidores. Imagen cortesía de iStock
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