Cierto es que poderoso caballero es Don Dinero, pero muy poderosa dama es Doña Idea, que es en las más de las ocasiones la que nos lleva a expandir nuestros horizontes, a veces de peculiares formas. Las ideas, abstracto concepto, pero el material con el que construimos la realidad del día a día, como a menudo suelo decir. Esto es aplicable a la vida comercial. En muchas grandes ciudades se mantiene el contacto con las idas, que producen tangibles resultados. Sin embargo, en poblaciones algo más reducidas ese factor se ha ido descuidando por diversas razones, centrándose cada uno exclusivamente en sus correspondientes tareas profesionales, lo que va reduciendo sus respectivos ecos y sus campos de acción, viéndose cada vez más limitados en sus posibilidades. Esa actitud que observo, un tanto esquiva con las ideas, como si no fuese con ellos, contribuye a que el ambiente comercial se esté desgastando y se llegue a convertir en terreno árido para la misma actividad. Por fortuna y como otras tantas cosas de la vida, se puede remediar. Siempre hay osadías individuales, incluso desde lo más inesperado, que son terreno fértil para que las ideas se desarrollen, que crezcan y se extiendan. Osadías que actúan como entidades conectoras entre diversos sectores, que vinculan entre sí a los variados componentes del ecosistema comercial para así insuflar nuevas energías que revitalicen a varios conjuntos de negocios que se alimentan entre sí. Entidades conectoras las hay de todo tipo, especialmente iniciativas individuales que se vayan propagando. Pueden verse con facilidad en los grandes núcleos urbanos, y con un poco más de esfuerzo en zonas más pequeñas, pero pueden detectarse si se sabe cómo mirar. Hay que estar predispuesto a verlos en las pequeñas poblaciones, para no pasar por alto y apoyar esos elementos portadores de ideas, para que terminen repercutiendo positivamente. No conviene dejar que desaparezcan por más inesperada que sea su aparición o su procedencia. Conozco un caso concreto. Eduardo, restaurador creativo, y afilador. Si, afilador, uno de esos oficios supuestamente perdidos, ha reaparecido con un nuevo toque personal por su parte, una estética y hasta un sonido único. El oficio de Eduardo, que podría parecer obsoleto e innecesario en estos tecnológicos tiempos, no lo es en absoluto. Su trabajo mantiene en forma a otras profesiones, porque posibilita que carnicerías, charcuterías, encuadernadoras, reparadores de calzado, empresas de reformas, restaurantes, y otros muchos mantengan en perfecto estado de uso todo su instrumental de uso diario a un precio muy asequible que sin el no podrían lograr, pues sustituir todas sus herramientas cada cierto tiempo supondría un desembolso que muchos no se podrían permitir. Un servicio ágil y eficiente desde una profesión que supo renovar con sus propias ideas acerca de la misma, conectando su oficio con el de muchos otros colectivos. Cosas como esas, con elementos conectores son las que la pequeña vida mercantil necesita. También son necesarios los elementos difusores de las ideas, lo crea así o no. Elementos difusores de ideas que pueden ser o no agencias publicitarias, si el volumen así lo requiere, pero siempre elementos que promuevan los beneficios de los servicios y productos de la vida comercial local. Ideas, que son el combustible de todo, nunca pueden faltar, independientemente del sector profesional en el que cada uno se desarrolle. Siempre se puede dar pasos para llegar más allá, seas pequeño o grande. Hay que mirar a los ojos, y darle sin titubeos dos besos a esa distinguida y poderosa dama que es Doña Idea. De esa forma habrá muchas más posibilidades de, si no abrazar, sí de estrechar con firmeza la mano al caballero Don Dinero.
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