El arte de vender es de las costumbres más bonitas que existen. Tratar de ofrecer soluciones a alguien con el fin de obtener la felicidad por parte del comprador es algo maravilloso (de igual manera la retribución hacia el asesor). Lo mismo pasa al escuchar miles de objeciones que las personas expresan al momento de esquivar el “si me lo llevo”, ya que es el momento donde la creatividad entra en acción y el “Don de la palabra” rompe las barreras de los posibles NO. Pero desafortunadamente nos hemos vuelto genéricos y el oficio de ser consultor, asesor, ejecutivo de cuenta, freelance y las docenas de eufemismos que existen para denominar al VENDEDOR han perdido credibilidad en el mundo corporativo. El oficio de brindar remedio a un problema viene del inicio de la era humana. Pasamos por los tiempos de caza, en donde la fabricación de armas para poder obtener la comida diaria se realizaba a través del sentido común. Siglos después llega el dominio del hombre sobre algunas civilizaciones junto con su ambición por adquirir más tierra, más recursos y más oro. De una u otra manera se las ingeniaron para ser “amos” de las tribus y poder llegar al mando. De nuevo, sentido común. Siglos más adelante, la tecnología ha hecho del mundo una aldea global, en donde la comunicación es inmediata, los servicios básicos son adquiridos a tarifas muy pequeñas y abunda todo tipo de producto para cualquier problema, salvo un supuesto: EL NO SABER INTERPRETAR LAS VERDADERAS NECESIDADES HUMANAS. Aquí el sentido común no es tan obvio y entra en juego la ambición por vender más, la codicia por ser el personaje #1 en ventas y la falta de ESCUCHA a lo que nuestro consumidor nos quiere decir a través de “señales de humo” que inconscientemente nos brinda. Seamos sinceros: si vamos un domingo en la mañana con nuestra mascota, pareja o familia por el parque o centro comercial, es porque anhelamos compartir ese maravilloso momento sin ningún tipo de interrupciones. Pero claaaaaroooo… llega alguien a ofrecernos la “Sim card” con el precio más barato del mercado; llega la muchacha a ofrecernos planes PRE EXEQUIALES para “evitar” cualquier tipo de riesgo; o no falta el joven que viene con su argumento sobre el cuidado y responsabilidad del medio y se “pinta” como voluntario de una entidad sin ánimo de lucro sólo para satisfacer sus caprichos. El hecho no radica en no vender; el hecho radica en ofrecer verdaderas soluciones que las personas puedan percibir claramente sobre su conveniencia, justo en el momento indicado y a una HORA PRUDENTE! (no mientras estás en medio de una cena ejecutiva con los socios de la compañía) Pensemos en que no ofreceremos un producto: guardemos en la cabeza el concepto que ese producto o servicio es una medida en la cual las personas solucionan radicalmente un dilema, y cuyos argumentos irán acompañados de atributos de valor convincentes, veraces y contundentes. El arte de vender no significa tener “Buena Labia”. El arte de vender se fundamenta en conjugar la confianza, las sensaciones y emociones para que tus interlocutores recuerden la manera en la cual les brindaste el mensaje. Aplicando efectivamente este tridente verás que los resultados en tu cartera de clientes incrementarán exponencialmente. AUTOR Carlos Andrés Espinosa Valencia Mercadólogo de profesión, pero aventurero por convicción. Amante de brindar momentos de verdad a mis clientes. Fanático en transformar transacciones comerciales en experiencias memorables. Defensor acérrimo de una conducta ética, moral y transparente en la identificación de soluciones a las necesidades del público objetivo. Conferencista y Couch de marketing estratégico a PYMES. Sígueme en redes sociales: Facebook: Carlos Espinosa Valencia. Instagram: carlos.espinosavalencia Ttwitter:@caespinosa26 Imagen cortesía de iStock
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