El domingo se terminó pero la tormenta seguía tan fuerte como al inicio. El lunes comenzó y ésta tomó forma de una reunión interminable donde tratábamos de definir lo que se debía hacer y lo que el cliente quería hacer. Para el final del día nuestra embarcación se estaba quedando sin combustible y aún la tormenta no daba indicios de que vaya a terminar. Los cambios llegaban uno a uno y la fecha de entrega se seguía acercando. Sin perder el timón, seguimos sorteando las olas de esta tormenta publicitaria hasta las tres de la mañana del martes, el día en que se entregaba todo. Seguros de nuestro trabajo, y con la fuerza que nos quedaba, mandamos el pedido. No había más, era la última ola que podíamos superar. Llegábamos a la cima o sucumbíamos en el intento. Sin poder pensar más, cada uno se fue a su casa esperando la respuesta del cliente. A esas alturas del proyecto, solo queríamos una respuesta, positiva o negativa, ninguna de las personas involucradas hubiesen podido aguantar un cambio más. Horas más tarde volvimos a la agencia para conocer la tan ansiada respuesta y saber cómo terminará ese proyecto. Todos estábamos frente al monitor de la ejecutiva esperando que actualice su correo, en ese momento no importaban otras cuentas, ni mucho menos los correos con memes de la agencia –aunque siempre son divertidos- solo queríamos tener una respuesta. El correo llegó. Al gerente le encantó la idea, era lo que él estaba esperando. Ese correo fue como la semilla del ermitaño que esperaba Goku durante su batalla con Vegeta. Nos devolvió la fuerza que habíamos perdido durante el desarrollo del proyecto. No sucumbimos ante esa tormenta. Si la pasamos mal, no dormimos bien y nos agotamos hasta más no poder, pero la superamos. Y en el proceso aprendimos muchas cosas que no te enseñan cuando estudias publicidad, como lidiar con clientes indecisos -no fue uno, fueron tres, de diferentes países y con horarios distintos- aprendes a resolver problemas en cuestión de horas, a pensar bajo presión, pero lo más importante es que aprendes a tener responsabilidad. Responsabilidad que te hace ganar la confianza del cliente y la de tus directores. Trabajando en publicidad no pasarás por una tormenta, serán miles, puede que no las libres todas, pero cada una de ellas te enseñará algo para salir mejor en la próxima.
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