Según la RAE y en séptima acepción, la de ámbito económico, producir es un verbo cuyo significado es «crear cosas o servicios con valor económico». Es una buena definición porque es clara y comprensible para todos, niños y grandes. Sin embargo, hay un tipo especial de empresario, un perfil que en plena segunda década del siglo XXI sigue alejado de la definición dictada, un modelo convertible en caso de éxito analizable en Escuelas de Negocio aunque se perfile como inductor de pérdida, lo que ya de por sí, al menos a nivel conceptual y académico, es una contradicción en sí misma. Pero existen, están ahí fuera, al acecho pero a la luz del día, administrando muchas más empresas de las que creemos y dirigiendo departamentos o equipos de trabajo. Son personas que tienen el hacer por hacer como premisa más allá de cualquier otro planteamiento de empresa o del sentido común. ¿Pero a qué nos referimos con el «hacer por hacer»? Es de todos conocido que hace décadas elegimos el camino de trabajar muchas horas pensando que la producción era directamente proporcional al número de horas trabajadas, en lugar de trabajar con intensidad las horas que nos corresponden y ser productivos de verdad. Pues bien, una de las premisas del ir al trabajo en lugar de ir a trabajar es la del hacer por hacer. MOVIMIENTO: Muchos trabajadores en puestos directivos o de responsabilidad, – dejaremos el término profesional para referirnos a otro tipo de empleado -, son «generadores de movimiento» dedicándose a mantenerse ocupados en lo que sea dando muestras de mucho movimiento. Estos trabajadores son como palos haciendo rayas en el agua ya que el resultado de sus acciones es nulo. Se comportan como si sus menesteres buscaran conseguir objetivos claros cuando en realidad suelen vivir descuadrados del día a día. Es obvio que no todos podemos entender de todo. Reconocerlo es de coherentes pero esta raza especial se erige como conocedores de todo emanando así a raudales su incapacidad, incluso, para intentar transmitir lo que no son. COMPLICACIÓN: Algunos otros son innatos expertos en complicarlo todo. La mejor forma retrasar una solución es aportar complicaciones que desvíen la atención. Hay verdaderos maestros del engaño capaces de dotar, a una razón contrastada, de matices que induzcan a la duda irracional pero que con frecuencia no son detectados como tales. Si bien es cierto que en muchas ocasiones ejercen épicas demostraciones de falta de vergüenza al ignorar que hacen el ridículo demostrando su ignorancia, en algunas otras encuentran el plácido amparo de coetáneos mentales que casi sin saber por qué apoyan esas teorías por pensar que la unión hace la fuerza, incluso en el mundo de la ignorancia. Llevamos siglos percibiendo y entendiendo que la simplicidad es base de la existencia y por igual de la empresa. Ello no significa que sea sencillo, pero sí simple. Por ello, complicar por deporte es el peor deporte al que podemos abonarnos. INVENCIÓN: hay una rama especial de individuos que dominan el arte de la invención. Uno puede apelar a los escasos conocimientos que tenga de un tema para generar movimiento o complicar las cosas para evitar ser detectado como incapaz, pero para ser poseedor del don de la inventiva en empresa, hay que llevarlo en la sangre. Porque las acciones en empresa se dirigen a objetivos ciertos y cuantificables y, aunque parezca un absurdo, hay innumerables proyectos que se dilatan al máximo de su extensión siguiendo la ley de Parkinson porque alguno de los secuaces de la estupidez tiende a incorporar aspectos aberrantes al mismo. Cuantas veces no hemos visto cronogramas que parecían infringir las leyes de la física por su similitud a los viajes en el tiempo. Responsables de tareas que de pronto introducen cambios que nadie más detecta como necesarios y que, en ocasiones, ni entienden y que provocan que el barco zozobre y entre en deriva. Una vez más, ejercer el despiste parece ser la herramienta de los que adolecen de capacidades para seguir al timón pero mientras no haya otro patrón, ya se sabe. ENGAÑO: tal y como suena, engaño. Aunque parezca que atenta de nuevo contra la consecución de objetivos y así es, muchos trabajadores entienden que evadir sus responsabilidades o trampear con el desarrollo de las tareas es un ardid que les permite «seguir en la onda» cuando en realidad, forman parte de esos viajes en el tiempo antes citados. El engaño es un arma peligrosa, es adictivo y su especialización, un arma de destrucción masiva en un equipo, departamento o empresa. En un mundo donde las consecuencias dependen, en parte, del amiguismo y en la evasión de nuevas responsabilidades en otra, muchos falaces superan la prueba del algodón una vez tras otra sedimentando estratos que convierten un proyecto dinámico y activo en una roca casi imposible de mover o erosionar. ESQUIVANDO: como Matrix, como mi anterior entrada en este portal. Esquivar se ha convertido en una nueva realidad del responsable de algo en la empresa. Porque en contraposición al párrafo superior, aunque muy probablemente las consecuencias de una acción en error por desidia sean escasas o nulas en represalia, en realidad nadie quiere asumir la responsabilidad. Se lo ponen fácil y ni así. Esquivar es otra de las estratagemas muy utilizadas hoy día por quién no es capaz de acometer lo propuesto pero se ven en una insana obligación de hacerlo. Hay personas que llegan a contradecir sus propios escritos o palabras, no en pos de mejora sino por vicio, obsesión o rutina ineludible. Y si es por gusto, se me escapa un razonamiento que llegue tintado con algo de coherencia. Y todo, absolutamente todo, conduce no sólo a la tensión, la inestabilidad y el ansia sino a la improductividad, el mayor enemigo de las empresas. Porque hacer por hacer es hacer sin pensar en lo que hay que hacer de verdad. Uno no camina por caminar si no es por placer o prescripción médica. Uno no come por comer si no es por apetito. Por ello uno no debería hacer por hacer porque como dijimos al principio, ir a trabajar no es lo mismo que ir al trabajo. Y la productividad, sólo se da en el segundo.
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