El éxito profesional se ha confundido con la estabilidad laboral, pero en realidad se trata de felicidad. Dicen que la “Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”. Sin embargo muchas personas, a mi pesar algunos amigos, se han estancado en su zona de confort; en un trabajo que no aman, no llenan sus expectativas y hacen por cumplir. Falta de iniciativa, responsabilidades económicas, comodidad y miedo son algunas de las razones o mejor dicho, excusas. Ser feliz o no depende de cada persona, pero es claro que el ambiente laboral, la calidad de vida y la remuneración económica influyen. Recordemos que las personas pasan más tiempo en su trabajo con sus compañeros, de lo que pasan en su casa con su familia. Aunque yo siempre digo: la empresa no es la que cambia, uno es el que cambia… de trabajo; debo dar crédito a muchas compañías que se han dado cuenta que su activo más importante son sus colaboradores y así mismo, se están esforzando para brindarles bienestar más allá de un buen escritorio con su silla y computador. ¡Benditas sean! Invertir en excelentes herramientas de trabajo no es suficiente, para que todo no quede en buenas intenciones es necesario aplicar la Gerencia de la Felicidad. Una administración con sus respectivos objetivos, plan de trabajo y medición de resultados enfocados a tal propósito. Lejos de ser un lujo o un gasto, destinar recursos y cargos para hacer feliz a los empleados es una inversión, pues son los empleados los que tienen real contacto con los clientes; ellos son los principales voceros de la marca. Además está comprobado que la felicidad hace a las personas más productivas, lo que se traduce en más ganancias para la empresa. Entrenamiento, charlas de motivación, talleres artísticos, eventos, canales de comunicación directos, son solo algunas de las acciones que pueden implementar. Lo importante es planearlo tal como se haría con cualquier estrategia de producto. No hay nada más triste que llegar a la tienda de la marca de tu top of heart y que el asesor te haga mala cara. Trabajar en una empresa debería equivaler a tener la mejor experiencia de valor de una marca. Por eso aplaudo a los que han entendido que la buena publicidad no solo se hace de puertas para afuera, también de puertas para adentro. Sean coherentes con los valores que se han trazado, no los dejen en el papel como la mayoría de las empresas. Hagan la prueba, ¿cuántos empleados sonríen en su compañía? Esta es la medida de la felicidad. Imagen cortesía de iStock
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