Y estás ahí, esperando que tu jefe se decida qué idea bajar. Piensas en lo pendejo que es estar en esa situación y cómo, si fueras tú, ya hubieras tomado una decisión. Parece fácil pero no lo es. Es una idea, y a las ideas hay que respetarlas. Quizá es una campaña más, es de los clientes de siempre, y ya sabes como responder, conoces tan bien la cuenta que le das lo que quiere y sales de pedos tan rápido como es posible. Pero no, no siempre hay que confiarsehay que proponer, y eso, lo sabes. En algunos momentos sucede, ¿a quién no le ha pasado? Llegan pedidos sin sentido; desde agrandar el logo hasta cambiar el color del layout por uno más “vistoso”. Así es y así será, siempre piden pura tontería. Lo sabes, lo sé y no hay mucho que hacer. Como cuando las de cuentas te mandan un mail para cambiarle un punto al texto, y tú, reaccionas con cara de WTF, por qué no lo haces tú, carajo, no es difícil. Pero no, las chicas nos necesitan y bueno, aquí estamos. O esa olímpica entrada, cuando tu jefe te pide un line, guión, storyboard, o lo que sea, que realmente no hace falta, ¡todos lo saben, trabajas de más! Lo que no entiendo, es cómo siguen pidiendo cosas sin sentido. La vida publicitaria es tan bonita (cuando no piden tonterías) que se me olvida que hay gente mensa que irrumpe e interrumpe nuestra labor, pero bueno, qué le vamos a hacer, contra pedidos pendejos, respuestas inteligentes. Ese es el pan de cada día. ¿o no?
Comentarios