Los equipos que rodean a los funcionarios no suelen ser en ocasiones los más adecuados para que estos brillen en su función pública, ya que hasta el día de hoy, todo indica que buscan más tener “paleros” que asesores (entiéndase por palero a ese personaje que más allá de ser realmente un consejero, en cuanto a cuestiones políticas y mediáticas, solo aparece para defender a quien les hace el favor de incluirlos en su nómina). Un asesor en el rubro de la comunicación social tiene la gran responsabilidad de atender y revisar los lineamientos a seguir en la interacción con los medios de comunicación, anticipándose a las interrogantes de quienes, mal que bien, forman la opinión pública. No se puede andar por la calle sin tener a un grupo de expertos que en el ámbito jurídico, político y económico, puedan verter una recomendación, sabiendo que allá afuera, ante los medios y la opinión pública, un político se enfrenta a un mar de preguntas. Un funcionario, sin importar la situación, tiene la obligación de dar su punto de vista, puesto que su función es la de dar soluciones a un auditorio ciudadano, urgido de resolver lo que a diario vive y afecta. Además, estos hombres, por demás importantes, deben contar con un verdadero experto en social media que pueda afrontar el TIMELINE de las interrogantes constantes en redes sociales. Esto nos lleva a dejar muy en claro que es triste cuando un político dedica solamente sus redes a publicar efemérides o datos alusivos a la fecha y a su cargo que ostenta. No genera ni la más mínima información relevante que pueda ser compartida en un espacio noticioso, porque simplemente se convierten en informadores automáticos de datos que todo mundo sabe, lo cual merma la credibilidad y confianza de los votantes. Hoy no se puede pretender ser un personaje público sin los requerimientos obligados de la posición que se ocupa. Hay un ejemplo que me encanta referir en mis clases de comunicación: “¿Cuál es la diferencia entre un JAGUAR DE LUJO Y UNO AUSTERO?” Las respuestas podrían ser variadas, que si uno trae piel y el otro tal, que si el precio, el color o hasta el mismo equipo, lo cierto es que los dos son exactamente iguales. La gran diferencia radica en el de LUJO, donde hay espacio para un chofer, que conduce el destino de quien ocupa la parte trasera, resguardándolo, haciendo su trabajo, el de saber por dónde ir y transitar de la mejor manera, para que su pasajero vislumbre el paisaje y analice las situaciones que afronta y vive minuto a minuto. Mientras que en el AUSTERO, es el propio pasajero que en ese afán PROTAGONISTA, conduce él mismo el automóvil, queriendo hacer mil cosas a la vez. Ser palero es lo más fácil, ser un buen asesor es lo difícil, porque el primer reto es hacer entender a los que lo necesitan que no es un lujo sino una necesidad. P. D. Serie obligada para entender a un asesor: HOUSE OF CARDS. Verla es entender lo que pasa detrás de una sola declaración pública. Imagen cortesía de iStock
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