— […] Tendré que contarle el desenlace de mi historia antes de haberle contado la introducción.
— ¿El desenlace de su historia? ¿Cómo puede ser si ocurrió antes de que empezara a escribir?
—Sencillamente porque mi historia, mi historia personal, terminó antes de que comenzara a escribir. La literatura solo ha sido una manera de estar ocupada desde que todo terminó.
El cuento número trece, Diane Setterfield.
A los niños les fascinan los cuentos, pero no son los únicos. Piaget afirmaba que un niño comienza a adquirir la inteligencia lógica, los conceptos abstractos, a partir de los siete años hasta los doce. A los niños les fascinan los cuentos, y a mí me fascina el efecto de las historias en los niños. En las personas en general. Desde una edad temprana, los cuentos enseñan a los más pequeños a conocer el mundo que les rodea, les inculcan valores (aunque sean incapaces de entender qué es un valor), aprenden a empatizar e identificar, y desarrollan un lenguaje fundamental para convivir en sociedad. Lo más fascinante, indudablemente, es su continua exposición a metáforas y demás recursos lingüísticos, y observar como a lo largo de su vida, van calando hasta hacerse entender. Decía una antigua profesora que El Quijote adquiere significados diferentes según la edad a la que lo lees. Recomendaba encarecidamente leerlo a los quince, a los treinta, a los cuarenta, y a los sesenta: siempre se leería un Quijote diferente aunque las palabras permaneciesen. Los adultos también leen cuentos. Pero con otros ojos. ¿A cuántos ha defraudado conocer que el zapato de Cenicienta no era de cristal, sino de piel de petigrís (une pantoufle de vair, una zapatilla velluda)? ¿A cuántos les han asombrado las verdaderas connotaciones de los cuentos de Perrault? –Si aún no os lo han desgranado, es porque no habéis leído a Bruno Bettelheim. Es asombroso cómo es la persona la que dota de emoción y significado a una historia, al hacerla suya, y no el autor al escribirla. Para entender la grandiosidad y éxito del storytelling, es necesario comprender que la función de un copy no es escribir, sino que el lector haga suyo lo que lee. Que lo incorpore a sus vivencias, que encuentre en cortos y cuentos semejanzas con las que identificarse. Que le abra un mundo de conceptos abstractos que solo son entendibles mediante metáforas. Para conseguir ese objetivo, no hay que mirarse al espejo y hablar de cuánto hemos sufrido. Hay que escuchar las lágrimas ajenas, para conseguir que los demás puedan empatizar. Hay que escuchar, leer en sus ojos por lo que se vive, lo que buscan en las palabras, su realidad. ¿Cuántos han visto Amélie, y lo han considerado una ñoñería porque no forma parte de su vida? ¿Y cuántos han visto Amélie y se han maravillado porque desean algo así? Ponía Setterfield en boca de Vida Winter que “la literatura solo ha sido una manera de estar ocupada desde que todo terminó”. ¿Creéis que solo leemos cuando carecemos de viajes al alcance de nuestra mano? ¿De relatos que escuchar? ¿Creéis que se escribe por que se vive o que se vive porque se escribe?
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