Hay que aceptar nuestro complejo artístico y millonario por hacer campañas tan grandes y creativas que nos den premios y reconocimiento al por mayor. Son pocas las agencias que se pueden permitir ese sueño, es verdad y lo sabemos. ¿Qué pasa cuando el cliente (cualquiera que sea) llega con un nuevo proyecto, uno que (para él) es el logro más grande de la vida? Su emoción es tal, que llegas a pensar que será la campaña del año, pero no, y entonces sufres. Algunas veces (casi siempre) hay que aceptar nuestra mamonería publicitaria y el Rock Star closetero que nos impide ver los logros de los demás, porque si no son grandes, brillan o tienen premios, no son nada, o eso pensamos. Pobres publicistas, con la vara que midan serán medidos. Llega cliente con ese proyecto tan esperado, tienes la emoción de creer que será la campaña que te llevará al estrellato, pero no. Es simplemente un lanzamiento con presupuesto medio, y además interno, o quizá, es un cambio de logo, un rediseño de etiqueta o cualquier tontería que no pinta para ser una campaña 360 ni involucra mucho dinero ni libertad creativa, entonces lo ves como un proyecto más. Ponte en los zapatos del cliente. Imagínate que realmente es un gran logro (si para ti no lo es, para él, sí) entonces… emociónate. Pretende y dale su lugar, porque al final tienen su corazoncito y les duele, ¿a quién no le dolería? Sabemos como es la industria y como dicen por ahí; como te ves me vi, y como me ves te verás, ¿o no? Imagen cortesía de iStock
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