Todos los días al pasar por un puesto de periódicos, al abrir el portal de alguna prensa en línea o en el tagline de las redes sociales, demuestran que podríamos estar pasando una crisis de información y me refiero con crisis en cuanto al contenido. ¿Se han dado cuenta? Puro chisme, información cargada de violencia, crítica sin sustentación, burlas, delincuencia, maltrato animal y bueno, lista interminable de todo aquello que alimente el morbo. Podría sonar algo puritana, no estoy en contra de la apertura hacia la información que los medios de comunicación nos dan ahora, pero leer tanta nota roja me recuerda la poca importancia que tuvo la clase de Ética y manejo de Información en la licenciatura de todos los responsables de éstas áreas, pero ¿qué realmente quiere ver México? Una peculiaridad de la mayoría de los seres humanos es ese agrado por el morbo, basta con contar el número de personas que se detienen frente a periódicos amarillistas todos los días para saberlo, pero como sabemos la función de los medios de comunicación masiva no se queda solo en informar, también se encarga de entretener, sin embargo ¿qué es lo que provoca que las personas se peguen a esta clase de información como las moscas a la luz? Busqué información acerca de las causas de ésta práctica, pero ha sido complicada encontrar a ciencia cierta una teoría, ya que se centran más en saber los efectos que causa el estar expuesto a éste tipo de información. La RAE define morbo como la atracción hacia acontecimientos desagradables o el interés malsano por personas o cosas. El morbo en temas de psicoanálisis se torna como un acto natural del ser humano, lo que agrava el asunto es cuando sale dentro de los parámetros “normales”. Pero qué sucede cuando los propios medios de comunicación son los que propician este mismo desajuste llenando todos los días la curiosidad de las personas ante esta información amarillista y carente de sentido social. En el artículo 7 de nuestra Constitución Mexicana nos dice que es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas a través de cualquier medio, que ninguna ley puede establecer censura ni coartar la libertad de difusión, sin embargo, en el artículo previo, se establece que dicha información será objeto de una “inquisición judicial o administrativa, en caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”. Siendo así, en dónde queda la regulación de estos medios que han olvidado dicho límite. Muchos se avalan tras éste entendido de libertad de expresión y prefieren pagar una multa o indemnizar a los afectados bajo el pensamiento de que ya obtuvieron el rating esperado. Pero, ¿hasta dónde se violan los derechos de los expuestos en los medios? En estos días la fotografía de un niño sirio ahogado sobre la arena de una playa de Turquía causó indignación y generó un debate debido a que fue necesario que apareciera esta imagen para que el mundo volteara a ver el problema de los refugiados sirios, que ya tiene más de cuatro años. De la misma manera me remonta al video donde se mostraba a dos menores de edad teniendo relaciones sexuales, grabado y subido a la red por terceros sin pensar que se trataba de distribución de pornografía infantil. El alcance de este video fue mayor debido a que varias prensas digitales del país lo subieron a sus redes sociales y retirado posteriormente, triste pero cierto. Un dato que habla del consumo tan pobre que tenemos en información es que El Universal Gráfico tira 300,000 ejemplares diarios, seguido por La Prensa con 244,299 diarios. En mi opinión el libre acceso a toda clase de información nos da la posibilidad de tener un panorama diferente ante la vida; pero una cosa es comunicar sobre la violencia que azota a nuestro país y otra es describir el asesinato de una persona por robo y de paso ilustrar con una fotografía sumamente gráfica. La ética profesional sobre el manejo de información quedó olvidada para muchos medios de comunicación hoy en día, la excusa perfecta baila sobre esa delgada línea entre libre expresión y derecho a adquirir cualquier tipo de información, mientras que todo el show generado para beneficio del canal de comunicación representa un consumo efectivo y los tan pelados likes. Casualidad, el fin de semana me topé con Nightcrawler una película escrita y dirigida por Dan Gilroy en 2014 y enmarca perfecto la voracidad de algunos medios por la nota roja, pero es justo porque la audiencia lo reclama y por mucho tiempo ha sido una mina de oro para prensa, radio, televisión, internet, etc. Finalmente la ONU, en el artículo XIX de su “Declaración Universal de los Derechos Humanos” menciona que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión. Declarado así, la única forma de acabar con el amarillismo en los medios sería reforzando la ética profesional en cada empresa y estableciendo códigos deontológicos que sean empáticos con todas las personas. El tema da para una tesis, ¿verdad? Imagen de iStock
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