Elie Tahari, el reconocido diseñador de moda, llegó a New York a principios de los 70 para vivir en albergues y trabajar como electricista. Con menos de 100 dólares en el bolsillo, Tahari, como muchos otros, esperaba hacer realidad el gran sueño americano y eligió a la Gran Manzana como su plataforma de lanzamiento. Aunque su firma hoy es sinónimo de lujo –fue el primer diseñador que abrió una boutique en la famosa Madison Avenue–, detrás de su éxito se esconde otra historia más que involucra a la creatividad y al trabajo necesario para materializar una idea. Mientras tanto en algún lugar de Estados Unidos, un error de producción en la fabricación de telas se tradujo en un montón de tubos de gasa y de otros géneros que terminaron en una tienda de reventa de tela al mando de un tal Murray Kleid. Elie visitó la tienda y experimentó un momento ¡aja! Observó que los tubos de tela se vendían a 2 dólares cada uno y que el dueño de la tienda no había percibido el potencial de esa materia prima. Tahari estaba convencido y con la suficiente determinación para ver e ir más allá del simple tubo de tela. Él sabía que si recortaba las telas elásticas y las convertía en prendas a modo de sostén serían un éxito. Compró decenas de tubos, confeccionó las prendas y las vendió a tres o cuatro dólares. Puso en práctica su creatividad para mostrar al mundo un nuevo producto: original, novedoso, útil y adaptable. La ruta que une dos puntos; la creatividad y la innovación. Había nacido el top. Y fue un furor. Sin lugar a dudas Elie Tahari pasó a ser el diseñador de referencia para vestir a las jóvenes fanáticas de la cultura de club setentera. Eran los días de Fiebre de sábado por la noche. Sus top vestían a todas las mujeres de la disco Studio 54. Las chicas no usaban corpiño, se sentían unas hippies modernas, afirmó en una oportunidad el diseñador. Lo que me interesa resaltar de esta historia es que Elie logró una visualización a largo plazo y descubrió una oportunidad donde otros vieron desecho. Comprendió el problema en función del resultado que deseaba y le dedicó tiempo y continuidad. Puso toda su creatividad al servicio del accionar de su idea. Se animó a hacer algo novedosos, pero, sobre todo, trabajó mucho para llevar su asunto a cabo. Desafortunadamente, muchas veces, cometemos el error de abordar un problema de manera lineal, recurriendo una y otra vez a recetas conocidas para resolver el desafío. ¡¿Cuántas oportunidades estamos dejando pasar?! ¡¿Cuántas posibilidades de marcar la diferencias desperdiciamos?! Y sino, pregúntenle al vendedor de telas, Murray Kleid. Con seguridad él debe repetirse ¿por qué no se me ocurrió a mí? Imagen cortesía de iStock
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