De niño soñaba con visitar el espacio exterior, caminar por la luna, tocar las estrellas, nadar entre nebulosas y volar por el universo. Mi imaginación rompía con cualquier barrera que impidiera lograrlo. Subir a un cohete espacial, llevar ese traje blanco distintivo y ser libre de toda gravedad; posiblemente era el sueño que muchos teníamos para cuando fuésemos adultos; antes de conocer la publicidad. Recuerdo una frase que decía: “Si los niños conocieran nuestro trabajo antes que a los astronautas; pedirían ser publicistas” sencillo, la publicidad nos cambió la vida, nos enseñó a ver cosas que otros no ven, a escuchar lo que otros ignoran, nos enseñó que 1+1=7, que el día tiene 25 horas, que con poco podemos decir mucho, nos enseñó a quebrantar las reglas, que para todo hay una estrategia, a encontrarnos con nosotros mismos para luego interactuar con los demás. La publicidad nos enseñó a hacer infinitos los límites. Razón tenía K. Le Guin cuando dijo: “Un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido” mientras la materia se transforma, el espíritu se conserva. De seguro que a estas alturas de nuestras vidas, ya no tendremos ese viaje interestelar que tanto anhelábamos, no tocaremos las estrellas con la punta de los dedos, no caminaremos sobre la luna y ni siquiera seguiremos los pasos de Neil Amstrong. Aspiramos a ir más allá de donde se marcan los límites, basta con subirnos al cohete de la creatividad y llenarlo de imaginación e iniciar el viaje para recolectar estrellas brillantes dentro del infinito universo de las ideas. Leo Burnett, leyenda de la publicidad dijo: “Si tratas de alcanzar las estrellas, quizá no logres conseguir ninguna, pero tampoco te encontrarás con la manos llenas de barro” innovarnos todos los días, como el primer día, hasta el fin de nuestros días, es parte de nuestra misión. Amamos hacer magia con la publicidad, magia de la buena, que hasta el mismo “Merlin” o “Criss Angel” podrían envidiarnos. Entonces, ¿Cómo hacemos magia y cuál es nuestro campo de acción? si sólo disponemos de la materia prima esencial; las ideas. Muchos oficios poseen campos de acción segmentados, en donde la materia prima se ve, se huele y se siente. Sergio Puertollano, director de Villa McLuhan Comunicación, dice: “Vendéis humo (…) Lo que quiero decir es que vendéis un servicio, un intangible”. Claro, no disponemos de máquinas para arar tierras y plantar cultivos, no utilizamos cemento o hierro para construir edificios o puentes. Nuestra única disposición, son la mente y el corazón de las personas, fungiendo como huerto donde plantamos esas maravillosas ideas, que luego germinarán, para pasar de un estado intangible a ser acciones sólidas de nuestros objetivos. La publicidad va más allá de las razones y emociones, se vive, se siente, disfruta y comparte. Aunque muchos vean nuestras ideas como humo esparciéndose en el vacío, en realidad, hacemos ladrillos sólidos para construir las marcas de nuestros clientes. La publicidad, es la adrenalina que acelera las emociones, nos hace sentir mariposas en el estómago, nos hace llorar riendo, incluso hasta nos hace ver estrellas cuando no las hay. Día a día nos levantamos con la esperanza de encontrar la idea que cambie a la humanidad, con la idea que ponga al mundo de cabeza, que voltee y reescriba la historia, si, así somos los publicistas; “los que sueñan dormidos y despiertos (…) los que sueñan como grandes y creen como niños” Víctor García. Vivimos apasionados por nuestra profesión; la llevamos dentro de nosotros. Algunos nos llaman la oveja negra de la familia. No enamoramos, persuadimos, no somos “top models”, somos “top of minds”, no juzgamos, buscamos “insights”, no envejecemos, nos volvemos “vintage”, no amamos, somos “lovemarks”, no subimos de peso, nos volvemos “bold”, no trabajamos, hacemos lo que nos gusta. Pasamos de ser una opción a ser una experiencia de vida inolvidable. En efecto, hacemos el trabajo más difícil del mundo; más allá de tocar una estrella o pisar la luna; hacemos que nuestras ideas toquen la mente y el corazón de las personas. Elegir nuestro oficio no fue una opción, fue una necesidad. Somos los superhéroes de nuestras vidas, sin capas, armas o superpoderes, nuestra única arma es el poderoso efecto de las buenas ideas. Generamos tráfico mental y combustión sentimental, según Roy Williams. Confiamos firmemente en que “una buena idea jamás será destruida y siempre será recordada”. Porque nuestra primer “Gran idea” fue elegir ser publicistas. La publicidad nos encontró primero; antes que la NASA.
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