Érase una vez un producto tan malo pero tan malo…que necesitó invertir cantidades exorbitantes en su marketing para poder impactar a su público. Al lograr su objetivo y ser admirado por todos, los demás productos no dudaron en copiarle pero ¡PUM! tremenda sorpresa se llevaron al no tener éxito en su plan. Esta historia continuará… Y así como cuento de hadas, en el mundo se puede ver de todo; hay productos, servicios e incluso personas que se venden solas, por el contrario, hay quienes necesitan de un gran pavoneo para poder impresionar. Se puede especular un gran número de teorías por las cuales las marcas llegan a este punto, sin embargo, se debe tener especial cuidado en que, lo que se anuncia concuerde con lo que la marca ofrece, de lo contrario las desilusiones por falsas expectativas rompen al extremo hasta los corazones más fuertes, desencadenando una furia que conlleva a las malas criticas del producto/servicio, tendiendo como consecuencia el fracaso. Sabemos que invertir es totalmente un riesgo en el que se puede ganar o perder. Por supuesto que no es nada rentable para el empresario (de cualquier industria), desembolsar más de lo que sus posibilidades de negocio le puedan brindar como ganancia. Muchas veces, previniendo el desastre, ellos preparan las mejores y más creativas estrategias de publicitarias y de merca para hacer que su target se enamore de lo que le ofrecen tanto así que, están dispuestas a pagar lo que sea para conseguirlo. Un ejemplo lo podemos observar en el cine, que actualmente y por lo regular, el marketing es más costoso que la misma producción, intentando cautivar a la audiencia por medio del merchandising, activaciones o diversos spots con la finalidad de abarrotar las salas. Sin embargo, no es un factor importante para determinar el éxito del film; una vez que el público se da cuenta de que no existe lo que tanto les prometió la merca o que casi todas las partes buenas las pusieron en los avances, llega el desencanto. Esto es una realidad aplicable para casi todo lo que se pueda comprar o vender, y generar demasiadas expectativas que no se pueden sustentar es un acto peligroso que puede llevar al fracaso. Por otra parte, el punto es vender y el hecho de que algo sea malo no significa que no pueda tener grandes ventas. Otro ejemplo es uno de los videojuegos más caros de la historia, el afamado “Destiny”, el cual, según sus creadores, el costo de desarrollo, producción y sobre todo de marketing son altísimos, pero a la vez un misterio que no pudieron comprobar, solo alardear. Para los gustos más exigentes de gamers y críticos, esto no fue suficiente y no le perdonaron su deplorable desempeño el cuál, definieron con las siguientes calificaciones: Ign: 7.8 Megacritic: 7.5 Gamespot: 6.0 Estas cifras de orgullo denotarían un rotundo fracaso para aquella entrega, pero ¡oh sorpresa! No fue así, ya que el número de ventas superó lo esperado con 500MDD recaudados en su primer día. Golpe de suerte o no, su estrategia de mercadeo les funcionó a la perfección, ya que, de acuerdo al analista de medios digitales Michael Pachter; supone que la compañía desarrolladora exageró la cifra como estrategia publicitaria para generar demasiadas expectativas que dispararán las ventas.
Casos de éxito cómo este no son un genérico ni una constante, por lo que, en el negocio de la mercadotecnia, no se puede dejar el éxito a la suerte. Por el contrario, existen otros títulos que, no conformes con ser meticulosos en la realización de un trabajo de calidad, quieren enaltecerlo con una estrategia fuerte de publicidad para impactar a la audiencia tanto en sus spots como en la experiencia de juego. Si, me refiero a un título reciente del 2015 “The Witcher 3: Wild Hunt” quien su costo de marketing fue de 35 MDD rebasando a las cifras de producción que fueron de 30 MDD.
Debemos recordar que, la mercadotecnia no es una ciencia difícil, sino de sentido común. Antes de pensar en una planificación de marketing exuberante se debe pulir perfectamente el producto, pensando siempre en la perspectiva del target. Ambos en conjunto serán una fuerza de comunicación que garantice la eficacia.
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