Desde que emprendí el viaje junto a mi esposa, he sentido la necesidad de utilizar la creatividad como medio de supervivencia para continuar con las mochilas al hombro y seguir en el recorrido, aunque en realidad, la usamos en dos escenarios diferentes. La primera, al trabajar ambos en publicidad (enfocándonos más en el área de diseño gráfico y redacción), debemos contar con un abanico de inspiraciones que nos ayude a generar nuevas ideas antes de caer en desesperación. Mientras viajamos, vemos distintos paisajes, otra gente, comida y vivimos situaciones que nunca antes nos habían ocurrido. Dejamos de mantener una rutina diaria, produciendo como consecuencia positiva una estimulación a nuestro cerebro, que lo hace sentir más libre a la hora de sentarnos frente al computador con la intención de darle vida a un diseño. Ahora, la segunda forma, o podemos denominarla “circunstancia” en donde requerimos enormemente de la tan proclamada creatividad, es cuando nos vemos enfrascados en algún aprieto y la única alternativa posible es realizar algo ingenioso para salir, para no quedarnos a la deriva en medio de la nada, sin saber hacia dónde ir. Es en este instante, cuando hacemos cosas que antes no hubiésemos imaginado, la búsqueda de estas soluciones te convierte en una persona más astuta, capaz de dar el paso lateral y hacia delante, cuando no se divisa un camino en el horizonte. Si antes sabías que tomando cierto autobús, o deteniendo un taxi, podías llegar sin más percances a tu oficina, casa o cualquier lugar dentro de tu ciudad, en una carretera principal sin un centavo en tus bolsillos, el panorama cambia. Aquí debes actuar rápido y pensar en qué frase sería la adecuada para escribir sobre un cartón (en ocasiones el bolígrafo te puede fallar) para que los conductores la lean, se detengan y te lleven de forma gratuita, comprendiendo que dispones de pocos segundos; es similar a una valla publicitaria pero más pequeña y producida y montada al instante. Muchos profesionales –de diferentes campos– aconsejan viajar cada año, y una de las razones principales es porque la mente necesita dar un respiro, distraerse, dejar de repetir lo mismo una y otra vez. Cambia por un instante tu entorno, toma vacaciones (en lo posible, prolongadas), vive experiencias nuevas, y de seguro, regresarás a tu trabajo con mayores destrezas. Tampoco se trata de volar al monte Everest; puedes hacerlo en tu propio país. Las eventualidades serán igual de sorprendentes, como entrar a un pueblo de cuatro calles donde no existen los cajeros automáticos –ATMs– ni la señal del celular, ni el efectivo en tu billetera, pero sales bien comido y con varias monedas de un dólar. AUTOR Samir Issa “Creativo publicitario que se graduó como redactor pero en su contrato decía diseñador gráfico. Su mayor afición es leer, escribir y pasear acompañado por una mochila en la que siempre hay un libro y una libreta. Ahora se encuentra realizando el mayor de sus sueños: viajar junto a su esposa por todo el mundo sin un ticket de regreso. Puedes seguir este viaje en @ViajaLaVida”. Imagen cortesía de iStock
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