A diferencia de muchos, yo no soñaba con ser publicista. Tampoco me la pasaba pegada a la tele viendo solamente comerciales, imaginándome como esa persona que los inventaba. Mi decisión de estudiar publicidad fue más bien la consecuencia de una serie de eventos y todo empezó así: de niña, yo quería ser arquitecta; me encantaba dibujar. Esa afición siguió creciendo hasta que conocí las matemáticas y la física. Ahí fue donde la cosa se complicó, y aunque no era mala, sufría mucho, así que decidí cambiar a algo parecido pero menos complicado: Diseño Gráfico. Con el tiempo resultó que la carrera de Diseño Gráfico no existía en la Universidad a la que iba a entrar, así que volví a cambiar mi decisión, y la más cercana fue: publicidad. Entonces, cuando entré a mi primer trabajo como trainee, la verdad no tenía ni idea de qué se trataba mi puesto como copy. Lo que tenía a mi favor era muchas ganas de hacer (lo que sea que haría) y muy buena ortografía. Tuve muy buenos mentores, y me tocó la época dorada de una de las mejores agencias de la ciudad, así que aprendí relativamente rápido. El mejor consejo que me dio el entonces VP Creativo, me lo escribió en un libro de Drácula: “Ve todo, lee todo, escucha todo, prueba todo, porque en en esos aprendizajes, está el éxito de tu carrera.” Y sí, esto se trata de conectar con la gente, de crear mundos con los que se identifiquen y para hacerlo, hay que conocer lo que viven todos los días. Finalmente no estudié arquitectura ni diseño, pero terminé encontrando una carrera que es tan versátil que te permite aprender siempre y sobre todo, conocer de otras disciplinas. Hoy después de algunos años de carrera, he aprendido de motores, de nutrientes, del cuerpo humano, de dinosaurios, de psicología, de los planetas, de lingüística, de química … y seguramente la lista no acabará ahí. Tú también asegúrate de seguir aprendiendo; se lo debemos a los que ven nuestro trabajo todos los días.
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