Si nos detenemos un instante y lo dedicamos a analizar cómo proyectan las empresas lo que son, cómo se muestran y cómo venden, nos damos cuenta casi enseguida que un elevado porcentaje del tejido empresarial actual, en el intervalo entre pequeña y mediana empresa y la micro empresa, atesoran tantas carencias que parece imposible que puedan navegar aun encontrando un mar en calma. Baltasar Gracián dijo que “el primer paso de la ignorancia, es presumir de saber”. Que nuestra empresa siga a flote después de tres décadas no implica que puedan seguir flotando hoy en día, pero es lo que muchas de esas empresas quieren transmitir a pesar de lo que rezan sus balances actuales. No es nada fácil reconocer que no hacemos las cosas bien, pero menos fácil aún es condenar por soberbia nuestro preciado y precioso negocio creado por padres o familiares por no querer cambiar de actitud en momentos que demandan cambio. Haber vivido décadas donde la demanda superaba con creces la oferta, moldeó perfiles de empresa que modificaron su concepto de comercio pensando que vender era simple y de crecimiento sostenible con el tiempo. Objetivos casi surrealistas estrenaban cada año natural. Las funciones de muchos Directores Comerciales no se apoyaban en sus estrategias y conocimiento porque el volumen de ventas de sus comerciales era más que suficiente. Pero poco a poco con la entrada de la crisis, fueron adquiriendo conciencia de sus limitaciones al tener que explorar sus capacidades y aplicarlas a la gestión del día a día cuando la demanda fácil, fue sustituida por la oferta insuficiente. En esos años se construyó una inmensa telaraña de empresas que capturaba, en estático, todo lo que pasaba volando hacia ellas, hasta que el insecto volador fue lo suficientemente poderoso como para rasgarla. Una vez rota la telaraña, no se ha sabido reparar porque la seda ya no es de la calidad necesaria para darle consistencia y lograr consolidarla. Cuando cede el equilibrio entre lo que pensamos que sabemos y lo que nuestra empresa hace para seguir a flote, perdemos pie como empresarios y empezamos a tomar medidas correctoras. Pero intentar arreglar algo sin conocer los motivos del desarreglo es mal remedio y en esos momentos de incertidumbre, ver qué hacen los competidores suele ser el antiséptico usado como remedio casero a mano. Pensemos. Si lo hecho hasta ahora no vale, si no sé hacer nada más ni de mejor manera, si algunos de mis competidores avanzan y yo no soy capaz de seguirlos… ¿qué podemos hacer? Pues pensar. Así, sin más. Entender que nuestro legado como empresario no es recoger el testigo de años pasados sino diseñar la mejor forma de entregarlo en años venideros. Apreciar el valor de lo nuevo y asumir el óxido de lo viejo sin limpiarlo. Concienciarse que cambiar es la única forma de mantenerse firme porque si no cambiamos, nos echarán del mercado o el mercado nos echará. Aprender a desaprender, emprender y reprender si no se hace caso; desprender y comprender que dejar lo no funcional es el catalizador que nos ayudará a entender. Y la creatividad y las emociones, ¿quién las tiene en su empresa? ¿Quién desea tenerlas? ¿Quién puede dudar de ellas por no entender el beneficio que puede aportar a su negocio? Palabras comunes que infringen respeto por no apreciar a qué se refieren cuando lo hacen a mi empresa. ¿Asusta más el cambio que una inexorable caída hacia el desplome de mi empresa? Todos somos creativos y también emocionales. ¿Qué nos impide hacer injertos de ello en nuestra empresa? ¿Por qué no ver dónde encajarlos es sinónimo de rechazo o desidia en toma de decisiones? ¿Vamos a dar una oportunidad a colorear una empresa que empieza a tener demasiado blanco y negro? Ambos conceptos son cotidianos, entonces, ¿por qué hay una brecha de incomprensión tan grande? Muchos empresarios se ríen de la creatividad y no digamos de las emociones en su empresa ¿Por qué se ríen cuando su barco hace aguas mientras ellos siguen mirando un horizonte envuelto en niebla que les oculta destino? ¿Es risa histérica porque no aciertan a entender qué se les explica o porque entienden a escondidas que han perdido la brújula de su negocio y no dejan de navegar en círculos? Una de las capacidades del empresario debe ser tomar las decisiones correctas en los momentos complicados. Ser líder no es ser el dueño de la empresa ni ordenar a los empleados: ser líder es entender la situación y actuar en consecuencia, mostrando el camino para que todos lo anden contigo. Digamos entre todos: “Queremos a la creatividad y las emociones en nuestra empresa” porque con ellas seremos capaces de hacer las cosas de otra forma. Es momento de inducir humanidad a los profesionales y de profesionalizar a los seres humanos según los nuevos cánones. Es momento de diseñar nuevos modos de hacer las cosas para no incurrir en los mismos errores. Es tiempo de cambio personal, profesional y empresarial de mano de la creatividad y las emociones. No escondamos nuestras emociones porque pensemos que no casan con los entornos profesionales ni temamos a ser creativos por miedo a ser considerados diferentes al resto. En realidad, solo quien apuesta por ser diferente desde las emociones, induce creatividad y es capaz de generar cambio. En el siglo I de nuestra era, Terencio dijo: “Cuando no se puede lograr lo que se quiere, mejor cambia de actitud”. Veinticuatro siglos después quizás es tiempo de cambiar la nuestra.
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