Hace poco más de 6 meses escribí sobre un cliente que perdimos en la agencia*. Mi padre todavía vivía hace 6 meses y, afortunadamente, como siempre hacía, consciente o inconscientemente, ese mismo día me dio una gran lección. Aprendí de él, cuando más frustrado y triste estaba por esa mala noticia, que no importa cuántas veces te caigas, lo verdaderamente importante es aprender de tus errores, no dejarte vencer por las frustraciones, ver siempre hacia adelante y seguir. Seguir, convencido de lo que haces. Seguir, para mejorar. Eso sucedió el 28 de noviembre para ser exactos, Dos días después, platicando con mi papá, le contaba sobre lo frustrado que estaba y sobre lo terrible que me parecía que una relación de más de 15 años de buen trabajo se hubiera venido abajo por cosas que me parecían injustas. “Lo peor es que lo sabía, sabía que esta relación ya no daba para más y, lo que más me duele, es no haber tenido los huevos y la claridad mental para renunciar a su negocio antes de que fueran ellos los que nos echaran”, recuerdo haberle dicho, a lo que me contestó: “Si realmente estabas tan cansado y harto de ellos, te hicieron un favor. Lo único que perdiste, es dinero.” Y sí, tenía razón. Lo único que había perdido, era dinero. Que ojo, no es poca cosa el dinero, sobre todo cuando eres independiente y pierdes a un cliente grande en diciembre, con los aguinaldos y las fiestas encima. Pero aprendí entonces que si lo único que te une a un cliente es el dinero, algo estás haciendo muy mal. “Tienes razón”, le dije a mi papá, “Solo perdí dinero. No hay mal que por bien no venga” y le prometí, me prometí, que no me dejaría caer por esa “tragedia” y que en un lapso no mayor a un año, recuperaría ese dinero con creces, pero, sobre todo, que no me dejaría derrotar, que no perdería la confianza en lo que hago, en lo que hacemos en la agencia y en lo que 15 años de trabajar generando grandes ideas para la categoría de bebidas alcohólicas me han dado de experiencia. Eso es un recurso que tenía que traerme algo mejor. No tuvo que pasar un año, afortunadamente. Unos días después, en diciembre, estaba en el hospital con mi papá. Bajé al Starbucks por un café y me encontré ahí con una amiga, una ex cliente con la que había trabajado precisamente en esas marcas que perdí días antes. Esa amiga estaba atravesando también un momento complicado con su hijo, enfermo de cáncer igual que mi papá. Platicamos 2 minutos sobre lo increíble que sería volver a trabajar juntos en algún momento y me ofreció organizarme una presentación para poder ir a Diageo a mostrarles mi trabajo y presentarles la agencia. Desafortunadamente, por temas personales, esa presentación no se pudo dar, pero ella siempre nos tuvo presentes y, cuando se abrió un concurso de agencias, nos recomendó para ser tomados en cuenta. A ti, querida Clau, te agradezco de corazón el apoyo, empuje y el que hayas confiado en nosotros. Sin ti no estaríamos aquí. Finalmente, aunque tarde en el proceso, cuando pensábamos que no seríamos tomados en cuenta, pudimos entrar al concurso. Fuimos, si no me equivoco, la última agencia que visitó el equipo de Diageo para determinar a cuáles les daría un brief. “La agencia que ganará este concurso será aquella que nos demuestre con su pensamiento, liderazgo y personalidad que será capaz de guiarnos y llevar a nuestra marca al lugar al que todos pensamos que debe llegar” recuerdo que nos dijo a todos el director de marketing el día de la junta de brief. Y hoy, poco más de 6 meses después, recibimos en la agencia la increíble noticia de que, tras un pitch contra varias agencias que respetamos, hemos ganado y por ende, hemos sido seleccionados por Diageo para manejar su marca más grande: Johnnie Walker. Nada más y nada menos que la marca más grande de la categoría en el mundo. Una marca icónica, cuya publicidad siempre he admirado. Una marca que hace cosas increíbles, que gana premios en festivales publicitarios; una marca de ésas para las que cualquier creativo quisiera trabajar en algún momento de su carrera. No un año después, como le prometí a mi padre. 6 meses después. Por supuesto que esto no es algo que yo hubiera podido hacer solo. Haber ganado Johnnie Walker tiene todo que ver con el increíble equipo con el que tengo la fortuna de trabajar todos los días. Grandes profesionales, pero sobre todo, mejores personas. Gente muy talentosa que cree en lo que estamos haciendo y en la agencia que estamos construyendo. Papaya, Ale, Cometa, Rogelio, Fer, Scooby y todo el fantástico equipo de la agencia. Independientemente de la felicidad que nos ha dado a todos la noticia, el haber ganado Johnnie Walker es para mí una gran confirmación de que no importa lo que te pase en la vida; lo único que nunca, jamás debes permitirte, es dejar de creer en ti mismo y en lo que eres capaz de alcanzar si te lo propones. Una confirmación de que aunque a veces te pasen cosas que “a ti te parezcan injustas”, no debes perder nunca el foco ni olvidar por qué estás haciendo lo que estás haciendo. Serte fiel a ti mismo y a todo aquello en lo que crees. Confiar en ti y seguir. Caerte, aprender, levantarte y seguir. Más fuerte, más determinado, más convencido; mejor. En esta vida nada es casualidad. Todo lo que sucede, sucede por algo y en el momento perfecto. Hace 6 meses estaba enojado, frustrado y preocupado por haber perdido un cliente. Hoy estoy convencido de que eso fue lo mejor que me pudo pasar. Agradecido por haberme podido probar que no pasa nada, que voy por buen camino construyendo la agencia que quiero y con los clientes que quiero, pero sobre todo seguro de que si en el futuro me vuelvo a caer, seré capaz de levantarme mucho más fuerte. Hoy mi padre ya no está aquí conmigo para celebrar este triunfo, pero estoy seguro de que desde donde esté, está feliz por mí, y orgulloso de ver que estoy haciendo eso que me enseñó: Keep Walking.
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