Los deportes siempre me han parecido fascinantes. Aunque soy extremadamente mala para practicarlos, fui dotada de una gran dosis de pasión para verlos. Al ser la primera hija en mi familia, mi papá aprovechó para enseñarme de fútbol más de lo que un padre acostumbra a una niña, quizá porque no podía aguantar hasta que naciera mi hermano para poder disfrutar junto alguno de sus hijos de un buen partido de fútbol. Como buen fan, se dedicó a comprarme los diferentes uniformes de su equipo favorito (el cual no mencionaré para no desatar polémica) y cuento con fotografías familiares que avalan estos hechos. Fui una niña que creció creyendo firmemente que es natural que una mujer vea y entienda de este deporte -aunque no haya sido dotada con el bello don de practicarlo-. Aunque no pude ir más que a un partido al estadio con él, creo que es de los recuerdos más hermosos que tengo, porque fue cuando descubrí esa forma de pasión tan fuerte y verdadera que se vive allá dentro. Con el tiempo, poco a poco me volví más aficionada a ver este deporte y fue justo cuando apareció la publicidad en mi vida. Aquí fue donde comprendí lo estrechamente ligados que se encuentran mis dos amores y empecé a disfrutar tanto del partido como del medio tiempo. Podrán decir lo que quieran, pero es uno de los privilegios que tenemos las personas que estamos en esta industria y que además amamos el fútbol, porque nuestra diversión no se limita a 90 minutos, sino a unos jugosos 105. Bueno, me preguntarás por qué no titulé este post con la palabra “fútbol” en vez de “box”. La verdad es, porque me considero “conocedora” de cómo se ve un partido de fútbol, la dinámica social y hasta qué se come mientras sucede este evento, pero mi experiencia con el box es prácticamente nula. Nunca me llamó suficientemente la atención y cuando mi padre quiso inculcármelo, ya estaba demasiado grande como para querer interesarme en este deporte. Es por eso, que este sábado fue para mí una revelación, porque fue cuando pude presenciar lo que realmente es la sensación de ver una pelea de box. Y no, no lo vi con mis amigas que no tienen idea como yo de qué es el box, ni con personas que sólo lo ven cuando todos hablan de él: tuve la oportunidad de ser invitada a una verdadera reunión de 10 hombres comiendo botanas con cerveza mientras le gritan a la televisión y tengo que decirles lectores míos, que fue un increíble espectáculo para mí. No te voy a mentir; entendí poco de la pelea. Lo poco que comprendí fue lo que mis amigos se dignaban a explicarme entre round y round, ya que era de las pocas ocasiones que podía captar su atención. Es por esa razón, que fue mucho más fructífera para mí esa reunión, porque pude entender cómo reaccionan 10 hombres frente a una pelea de box, pero sobre todo, lo que más busqué fue ver qué pensaban de la publicidad. No tuve que preguntarles mucho y me dediqué a ver el espectáculo frente a mí, que era mucho más entretenido y superaba el del mismo Pacquiao y Mayweather. Hasta ese momento fue que comprendí, la increíble oportunidad que tienen las marcas para anunciarse en una pelea de box (independientemente de si es importante o no) porque a diferencia del fútbol, tienen a un público totalmente cautivo. El hecho de que te den pocos minutos entre round y round, no te dan oportunidad para que cambies el canal o te distraigas demasiado de la pantalla, por lo que como espectador estás obligado a ver las pausas comerciales. No quiero generalizar con que sólo los hombres ven este tipo de eventos, porque hoy cada vez son más las mujeres que se interesan por éste y otros deportes, pero todavía el público varonil sigue siendo el principal espectador (sobre todo de box). Así que mientras yo veía anuncios que me parecían malos o incluso no les entendía, mis integrantes del focus group improvisado estaban fascinados y hasta hacían comentarios acerca de ellos (no todos, claro). Así que sí, me dieron una lección que ya sabía pero que a veces se nos olvida como publicistas: no porque no te guste, no significa que no funcione. La verdad es que yo no era público objetivo de ese tipo de anuncios y los que sí, parecían bastante convencidos con lo que veían. Aunque algunos aspectos de la publicidad fueron positivos, también existieron los negativos, que para mí fueron los más importantes. Estoy IMPACTADA, realmente impresionada, de la sobresaturación de patrocinadores, marcas y productos que se anuncian durante los rounds. Para mí por lo menos, era sumamente molesto y no llegaba a acostumbrarme de cómo te bombardean de información durante la pelea y fue cuando me di cuenta, que a mis amigos no parecía importarles o no se fijaban demasiado en este aspecto, porque ya estaban acostumbrados a esto. Aunque esto parezca una buena noticia, en realidad creo que es una pésima, porque son cantidades exorbitantes de dinero y trabajo tirados a la basura en anuncios que ya eran parte del espectáculo que estaban acostumbrados a ver y no llamaban en lo absoluto su atención. De las pocas veces que hicieron comentarios acerca de esto, era para decir que los quitaran porque les estorbaban y no creo que eso sea muy bueno, porque no estaban leyendo lo que les vendían; ellos sólo veían una mancha que les molestaba. Por último, por fin entendí que el box además de venderte un espectáculo, te brinda una excelente oportunidad y pretexto para reunirte con tus amigos o familia. Un partido de fútbol te da esta oportunidad, pero es un poco más complicado por la forma en que se maneja el medio tiempo y demás. En cambio con el box (el americano u otros deportes) estas pausas son excelentes para la convivencia, por lo que hacen de este tipo de eventos, algo sumamente atractivo para que las personas se reúnan y pasen un buen rato. Finalmente, creo que la lección más grande que me dio esta pelea, fue que como estudiantes de publicidad o profesionistas de este medio, tenemos que estar sumamente empapados de este tipo de experiencias y sobre todo, aprender a observarlas y apreciarlas, porque son de estos momentos de los que menos piensas que podrías sacarles provecho, de los que más aprendes. No puedes hablar de algo que no sabes y mucho menos puedes entender algo que nunca has vivido. Aprovechemos la oportunidad que nos da esta industria, de buscar experiencias que no hemos presenciado y aprender de ellas. Es ahí cuando recuerdo lo afortunada que soy de estudiar publicidad, porque este increíble trabajo o carrera, de donde más aprendes no es en los libros o en la escuela, sino en la vida misma, porque ahí es donde la publicidad comienza y es ahí donde también termina.
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