En el mundo de las agencias creativas, mucho se habla del término “pensar fuera de la caja”. En el mundo corporativo también, pero allí, casi ningún(a) valiente se anima a tomar decisiones “fuera de la caja”. Yo pienso que no es una actitud sólo para creativizar o innovar en el negocio, me parece que va más allá, y debería ser una filosofía, una cultura. Y es que a veces damos por automático ciertas situaciones, sin aterrizarlas. Ejemplos muy sencillos en nuestra vida cotidiana: Comprar es mejor que rentar <— ¿de verdad has hecho números, como sumar los intereses mensuales, el enganche, los servicios y costos extra? Cantar en el concierto de tu artista favorito <— está bien, te dejas llevar, pero entonces ¿es mejor cantar como si estuviera el disco, en lugar de escuchar los acordes y notas en vivo? Hacer ejercicio en enero para aprovechar la comedera de diciembre <— ¿y por qué no empiezas antes y engordas menos? Comprar una casa grande para cuando nos visite la familia <— ¿sabes cuántas veces al año van a venir de otro lado a visitarte? Votar por algún color en las elecciones contribuye a la solución <— ¿y si pensamos que el sistema simplemente no funciona y hay que re-inventarnos como nación? Ojo, no es que yo tenga la razón, podría estar muy equivocado, pero sí al menos creo que es saludable ver todo desde otra óptica. Cuando las marcas piensan “fuera de la caja” y se atreven a innovar en ideas logran diferenciarse, ser memorables y levantar la mano en el anaquel por sobre los demás (aunque nadie tiene el éxito asegurado, pues esto no es una ciencia exacta). En fin, no se trata de ponerlos de malas, sino más bien de reflexionar en que a veces las respuestas no deben darse en automático, una pensadita fuera de lo ordinario siempre ayuda, y si eso lo volvemos disciplina, nos va a ayudar mucho en nuestro trabajo como creativos. ¡Que nos manden la siguiente campaña! Imagen cortesía de iStock
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