¿Por qué necesitamos pedir atención en una tarea, proceso o proyecto al responsable de ello? ¿Qué hace que desviemos tan rápido la atención de nuestra tarea si es nuestra prioridad? ¿Por qué no conseguimos en muchas ocasiones ser dueños de la atención de los demás? La atención es una pieza indispensable en el puzle de la capacitación profesional. Algo que parece tan simple y natural puede llegar a convertirse en un verdadero problema ya que hoy día, la competencia profesional y el trabajo en equipo, se alimentan en gran parte de ello. En el colegio y desde muy pequeños nos enseñan a atender, a prestar atención entendiendo que la atención es propiedad nuestra y debemos prestarla a quien nos la solicita. Y desde los primeros instantes de nuestra existencia consciente ya se manifiesta como un serio inconveniente para profesores y padres. El ser humano tiende a dispersar muy rápido su atención, en parte porque vivimos en un atractivo mundo riquísimo en detalles y matices que demandan nuestra atención y en parte porque nuestra mente, de pronto, fluye y nos aleja sin remisión de lo atendido. Y si a ello añadimos que cada persona la gestiona de una forma especial y diferente, estamos frente a un mundo en sí mismo. Y no olvidemos que el interés por el tema al que dedicarla tiene un gran peso específico en la química de la atención y que a la vez, la repetición y el tedio son enemigos encarnizados de ella. ¿Y qué pasa cuando hablamos de empresa? Aquí el tema requiere una atención especial, si se me permite el juego de palabras. Una empresa es un espacio ocupado a diario por personas-profesionales que aportan su conocimiento en pos de conseguir objetivos comunes que permitan que la misma prospere, redundando ello en crecimiento y bienestar para los primeros, lo que se convierte en una espiral creciente si todo funciona. Pero funcionar es sinónimo de hacer las cosas bien y para ello es necesario prestar atención. ¿Pero qué ocurre cuando no se presta? Pues cualquier cosa menos la consecución del objetivo con lo que la espiral pierde velocidad angular, se va frenando y lo que sustenta en movimiento continuo hasta el momento, cae por su propio peso. ¿Y cómo detectar si se nos prestan atención? ¿Qué señales nos lo indican?:
- Los ojos. Dicen que los ojos son el espejo del alma aunque yo me conformo en ver en ellos que me miran sin atravesarme, hecho que indica falta de atención. ¿Conocéis esa sensación de vacío, esos ojos fijos en los vuestros cuya mirada, aunque sea una imposibilidad física, va más allá de vuestra nuca hacia el infinito? Son momentos en los que uno no sabe bien qué hacer frente a unos ojos que, lejos de atravesarnos de verdad, se enfocan en un hecho alejado del tiempo y espacio presente.
- La urgencia. Cuando el contenido de lo expresado supera a la persona y al reconocimiento de esa limitación, suele aparecer la urgencia. La persona pierde la atención casi de inmediato hasta el extremo de invadir el espacio de cierre de las frases del atendido, siendo fuente constante de interrupción. Además aceleran sus explicaciones incorporando una cantidad importante de información insustancial e innecesaria en pos de cubrir huecos y parchear un discurso alejado del contenido tratado.
- Nulo rendimiento. No solemos ser partícipes de responder preguntas genéricas al cierre de una ponencia porque acudimos de inmediato a pensar que si fallamos estaremos transparentando falta de atención. Y nada más cerca de la realidad. Cuando la atención caduca, cualquier reacción positiva de entendimiento declarado se convierte en un error de transcripción al ser preguntado. Desconocer la respuesta a la mayoría de preguntas hechas se opone a las afirmaciones de entendimiento hechas sólo un instante antes. ¿Rendimiento de la ponencia? Nulo.
- Importa lo mío. ¿Os suenan esas personas que mientras estás hablando no sólo notas que no te escucha sino que está pensando en qué contestarte? Querer quedar bien por mostrarse como entendido o no tener capacidad para responder por acceso directo al conocimiento y obligarse a ser abonado a pensamientos premeditados, convierte a estas personas en natos expertos en falta de atención. Y es un indicador claro de falta de respeto al conocimiento ajeno.
Obvia decir que dichos perfiles son contraproducentes en entornos de negocio desde cualquier óptica y que es necesario no sólo detectarlos sino atender sus carencias si queremos recuperar velocidad angular. Pero no salgamos siempre de nuestro cuerpo y pongámonos por una vez en el nuestro. ¿Y si realmente somos nosotros los que provocamos la pérdida de atención? ¿Somos claros en nuestra forma de comunicar y transmitir, que son dos coses muy diferentes? ¿Nos hemos preguntado si atenderíamos a una persona que hablase como nosotros? No está de más mirar de puertas adentro cuando sintamos falta de atención para saber así por qué rendija se escapa el interés. A veces, prestar atención depende del interés que generamos y otras del interés que quieren dispensarnos pero siempre es un valor importante en la empresa y debemos ser diligentes y honestos con ella. Se dice que hablando se entiende la gente. Quizás es más correcto decir que la gente se entiende cuando se presta atención.
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