El marketing consiste en crear marcas más fuertes (para, posteriormente, recibir los beneficios que esto genera). Eso es hacia afuera. Pero hacia adentro también existe un marketing, y le llamamos marketing interno. Como espectadores, vemos a las grandes marcas innovando no sólo con los productos y/o servicios que pueden llegar a ofrecer, sino también en el ambiente de trabajo. Esto no es casualidad, está bien planeado y es redituable. Cuando uno se pone la camiseta de su empresa, cuando todos apuntan hacia el mismo objetivo, y cuando todos se comprometen, se genera una fuerza abismal. Cada empresa debe entender que dependiendo de su tamaño, puede tener diferentes audiencias (nivel operacional, nivel corporativo, nivel directivo), pero al final, son clientes internos, y deben atender sus necesidades con ese mismo esmero para ser correspondidos. Cuando se invierte en el talento interno otorgándole facilidades, desafiándolos con retos, capacitaciones, y un gran ambiente, este mismo talento genera lealtad, y pone lo mejor de sí. Esta motivación es invaluable. Cuando hasta el eslabón más pequeño está sincronizado y tiene el chip de formar parte de algo grande, y que puede innovar en cada acción, es cuando estamos seguros de que la conquista del mundo, es posible. En pocas palabras, hagamos equipos, definamos objetivos y lleguemos a donde queramos. 1,2,3, ¡vamos equipo!
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