Si te dijeran que pienses en algún personaje que admiras, ¿quién sería? Hace un par de años, un maestro nos hizo la misma pregunta. La finalidad era que a partir de ese día, siempre que tuviéramos miedo, un reto o algún problema, pensáramos qué haría esta persona en esa situación. Las respuestas fueron variadas: desde el buen Forrest Gump hasta Gatúbela. Me tomé varios minutos para pensar en qué decir, pero nunca llegué a una conclusión. Diferentes personajes volaron a mi mente, pero ninguno me llenaba del todo. Tuve la suerte de no tener que contestar esa incógnita y los años pasaron. Hoy recordé ese día y me replanteé ese cuestionamiento. Esta vez la respuesta voló hacia mí y fue inmediata: Steve Jobs. Debo confesar que fue un poco raro haber pensado en él, porque a pesar de que es una persona que siempre he admirado, sé que no es el mejor hombre que haya existido, su temperamento era bastante cuestionable y no creo que haya sido muy fácil convivir con él. Sé que si lo pongo de esa forma, no suena muy atractivo para nadie en realidad, pero no es eso por lo que se le recuerda. Cuando oímos el nombre de Steve Jobs, no pensamos en arrogancia, sino en perfección. Si oímos su apellido, no recordamos a alguien cerrado, sino práctico. Si menciono su legendario nombre, sólo podemos recordar la industria tecnológica que dejó tras de él y es por esa razón que escribo esto; creo que es un error recordar a este ícono solamente por sus invenciones. Para mí, lo que realmente nos dejó, va más allá de lo material y se concentra en la forma de trabajo y de visión que este hombre tenía. En mi opinión, el primer acierto que tuvo este visionario fue haber dejado la Universidad y no porque crea que ésa es la clave de su éxito (o del éxito en general), sino porque ahí fue cuando pudo desarrollar plenamente una forma de pensamiento muy diferente a la que estamos acostumbrados a tener. Las puertas no se le cerraron, los límites no fueron puestos y pudo tener una visión mucho más amplia del mundo. Siempre aplaudiré más a quien siga sus sueños y se haga su propio camino, que a aquellos que solamente siguen el recorrido que otros han trazado porque es el “más seguro”. El siguiente punto que le atribuyo, es el saber cuáles son tus fortalezas y debilidades. Este factor fue clave para el éxito de Apple, ya que en realidad Jobs no fue el que estuvo detrás de toda la programación, sino que supo que necesitaba de alguien que fuera experto en esto y le dejó dicha parte. El saber para lo que él era realmente bueno, fue la segunda parte del trabajo: él fue el estratega, el visionario y el que vendió la idea. Si tenemos claro que no podemos ser todólogos y aprendemos a rodearnos de personas que fortalezcan nuestras debilidades y nosotros a potenciar nuestros talentos, el éxito será rotundo. Creo que una de las mejores cosas que nos dejó, fue el discurso que dio en la Universidad de Stanford. Con la simplicidad que siempre lo caracterizó, resumió en tres puntos, las recomendaciones que les daba a los graduados para su vida a partir de ese momento. La primera la resumió en conectar puntos, que no es más que confiar en que tarde que temprano, las cosas tomarán su rumbo y lugar. Jobs simplificó nuestra toma de decisiones en seguir lo que nuestra intuición nos diga, en hacer lo que nos mueve por dentro y confiar en que el destino, karma o en lo que sea que nosotros creamos, nos llevará al lugar correcto. El segundo punto es buscar eso que amas y aprender a dejar ir. Para Jobs, algo esencial es encontrar un trabajo en el que ames lo que hagas porque gran parte de tu vida la pasarás en ese lugar, así que más vale que lo disfrutes. Como parte de amar, es entender que las cosas siguen y muchas veces hay que abandonarlas para abrir la puerta a otras mejores. Durante sus últimos 33 años, Steve Jobs se hizo una pregunta todos los días. “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la respuesta era “No” durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo. Tal vez deberíamos plantearnos más a menudo esto. Quizá seríamos más honestos con lo que realmente queremos y viviríamos nuestra vida más plenamente y sin perder tanto el tiempo en cosas innecesarias. Así es como Steve Jobs definió su tercer punto: la muerte. Hoy reflexiono acerca de qué haría Steve Jobs si estuviera en mi lugar y creo que causaría una revolución en mi vida: se desharía de muchos límites que yo misma me pongo, trataría de darle la vuelta a las cosas cotidianas con las que lidio y perfeccionaría todo lo que hago. Creo que este ícono me daría un buen dolor de cabeza pero me haría darme cuenta qué tan lejos puedo llegar. No importa si la persona que admiras es Peter Pan, Henry Ford o Madonna, si en realidad tomas lo mejor de ellos y lo perfeccionas para hacerlo tuyo. Todos ellos han cometido errores pero finalmente, eso es lo que los ha hecho llegar tan alto. Quizá Steve Jobs cometió más equivocaciones que aciertos, pero nadie puede negarme que el mundo no sería el mismo, si este rebelde no hubiera hecho de las suyas.
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