- Si quieres esta vida, éstas decisiones son necesarias.
- ¿Y si esto no es lo que quiero?
- No seas ridícula. Todos quieren esto, todas quieren ser nosotras.
Esta es la conversación que Andrea (Anne Hathaway) y Miranda (Meryl Streep) tienen después de la semana de la moda en París. Para quien no haya visto ‘El diablo viste a la moda’ (Devil wears Prada) es una comedia dramática basada en experiencias reales de la autora Lauren Weisberger. Andrea busca su gran oportunidad como periodista; es inteligente, decidida y tenaz. Miranda, es cruel, tajante y hasta déspota, ah, y pequeño detalle, es editora en jefe de la aclamada revista Runway. La historia se centra en Andrea y las peripecias que debe atravesar para ser parte del mundo de la moda. ¿Te suena conocida esta historia? Todos somos Andrea intentando (y sufriendo) por ser parte del mundo publicitario. Y es que, en una industria tan atractivamente adictiva, a quién no le gustaría decir que trabaja en una multinacional, qué vive en shootings, castings, filmaciones, conociendo grandes personajes y llevando grandes marcas. El típico: -Yo conocí a tal o cual, -Mi agencia ganó tantos premios por esa publicidad, -Yo estuve cuando fulanito vino a México a filmar aquel comercial. Tantas y tantas historias de puro bluf que ya nos sabemos y algunas veces –sólo algunas, cof cof- tomamos de inspiración. Pero la realidad es otra, la verdad es que estamos llenos de frustración. Traemos los ojos con ojeras kilométricas, el café se ha vuelto nuestro oxígeno y los mails con cambios, nuestro pan de cada día. Ya no sabemos qué es pasar tiempo con la familia, olvidamos qué programas están de moda y cómo se llaman los vecinos –ok, nunca he sabido su nombre-. La vida de un publicista no es fácil, pero es tan jodidamente adictiva. Esa sensación de saber que una idea pueda ser una gran campaña. La esperanza que los copys se inmortalicen y los artes los guarde algún coleccionista de cosas increíbles en su baúl de ‘sorpresas de la vida’. Esos pequeños detalles –al menos para mi- hacen de ser publicista algo único. Quizá algún día me canse del mundo publicitario pero hoy –ilusamente- quiero pensar que haré algo digno de recordar y cuando me pregunten: ¿A qué te dedicas? Pueda responder con toda la actitud: – “Soy publicista, y todos quieren esto”, mientras sonrío con café en mano y pienso: -Maldita sea, dormí dos horas y es lunes.
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